Pero fuera de críticas políticas, realmente Eurovisión es para una tesis doctoral. Lo ven más de 8 millones de espectadores y todavía la prensa dice que la repercusión fue “mínima”. La gente se reúne en sus casas, monta fiesta temáticas, organiza votaciones paralelas, las redes sociales echaban humo… y se habla de un evento en decadencia y que RTVE no debería de defender. El fútbol si que es de interés general, y Eurovisión, no. Flaco favor hacemos a nuestra cultura musical si queremos estar fuera del mayor centro de tendencias musicales, culturales, sociales y de moda de nuestra Unión Europea.
Eurovisión tiene su tufillo a caspa, eso no lo voy a negar, pero en los últimos años, tras el bajón de calidad del “Chiquilicuatre” ha mejorado considerablemente organizando a su alrededor un revuelo importante y un movimiento de masas, dinero, intereses y expectación brutal. El año pasado Rusia empeñó 38 millones de euros en su organización. Este año Noruega invirtió 24… ¡¡menos mal que no ha ganado España porque semejante desembolso en los tiempos que corren habría significado un dolor de cabeza para nuestros dirigentes.
Eurovisión es un fenómeno, un movimiento sociocultural de calado e interés, es un reflejo del crisol de músicas, tendencias, culturas e incluso religiones, de este siglo XXI. Pero también demuestra la posición de cada país, el movimiento de ajedrez que cada nación quiere hacer o está haciendo sobre este tablero de la Unión Europea. Por ejemplo: que los cinco países que aporta más dinero a Eurovisión estén por definición exentos de las semifinales, demuestra la predominancia de poder sobre el resto. Si este G5 apuesta por este proyecto, está claro que es por interés ¿no? Pues que también se la jueguen a la misma carta. Otra jugada de maestro es el enroque que, en el último momento, los países surgidos de la extinta URSS, y alguno más, suelen hacer al final hacia su favor. Esa posición de lobby frente a los poderosos demuestra que, con tiempo y una caña, estos territorios tendrán mucho que decir frente a la hegemonía de los grandes. Y por último, se está demostrando, una vez más, que el idioma común universal, o por lo menos el de la Unión Europea, es el inglés. El 85% de las canciones interpretadas en Eurovisión fueron en inglés. ¡¡Incluso la todopoderosa Alemania… y ganó!! Mientras tanto, en España, seguimos peinando la pava con ese miedo irrefrenable al idioma diferente del español (me da igual que sea el catalán, el gallego, el chino o el inglés) y seguimos cociéndonos en ese orgullo arcaico de que: ¡que me entiendan, que yo no haré nada por entenderles!!. Si bien la canción era correcta, antigua (un amigo le contaba a mi pareja que parecía una canción de la serie “Cuéntame”, vamos que sonaba a rancio, a José Velez o algo así) es un ERROR de bulto que no demos el paso a internacionalizar nuestro producto, nuestra cantera, nuestras música por no afrontar la realidad de que existe un idioma INTERNACIONAL que, en el mundo de las finanzas, los negocios, la cultura y la música es el INGLES. Y sino, mira el ejemplo de LaRouge: número uno en UK y media Europa con “Bulletproof”.
Así que, enfervorecidos amantes de Eurovisión, seguidores impertérritos y fans de este evento, espero que para el año que viene algún candidato se atreva a cantar en inglés y ofrezca una pieza de calidad, potente, comercial, con proyección. Ahora todos nos reímos del look de ABBA, pero en aquel momento fueron los punteros y nadie ha conseguido lo que ellos consiguieron. Vamos a empezar a apostar por canciones grandes en lugar de jugar en tercera división, y es el momento (tarde ya) de comenzar a desear la realidad de que sin el inglés, siempre nos sentiremos chiquititos, pequeñitos… casi diminutos.
Pues lo siento… pero la calidad no pasa por cantar todos en el mismo idioma, pasa por llevar cantantes de verdad con canciones de verdad.
Frente al pensamiento único, frente a los idiomas únicos, la posibilidad de expresarnos y cantar en diferentes idiomas: sea griego, español, flamenco, croata o finlandés.
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