Vuelven a la carga. Como cada comienzo del curso, tras las vacaciones, nos bombardean de nuevo con los coleccionables. Libros, DVD, recetas, barcos, aviones, soldaditos, punto de cruz, cromos de la liga, huesos del cuerpo humano, Hello Kitty… decenas de píldoras sabiamente administradas con el único fin de completar, de acabar, de rellenar cada semana, quincena o mes, ese vacío que ha dejado en la estantería la típica enciclopedia Salvat de papel que todos nuestros padres (de mi generación) nos compraron y que la mayoría de las veces ni llegamos a consultar. Ahí quedaba, para quitar el polvo y para vestir los muebles de salón de antaño. Y, sinceramente, a parte de las de DVD o CD ¿alguien conoce a alguien que haya terminado el Titanic o el cuerpo humano por fascículos? Por que, claro, que el primero entregable es a un euro pero luego la broma se disparaba hasta los 10 euros por pieza… ¡Pero si salía más barato comprarlo completo!

Para animar un poco el cotarro, y como idea de marketing para temporadas futuras, sugerimos a las grandes empresas editoras para que tomen nota y asimilen nuestras ideas para futuros proyectos editoriales: “El Caso Gurtel”, el primer fascículo a 2,95€ y el resto… da igual porque como nunca se acaba… Eso sí, que con el primer número se regale un CD/MP3 con las coplillas de Camps como “No hay quien me mueva» y una imitación de los bolsos y relojes que todos sus amiguitos han recibido. Y si completas la colección, reproducción del coche que le regalaron a Ricardo Costa. Otra colección memorable puede ser “Obras y fiascos” en la que se ofrezcan reproducciones exactas de todas esas obras que han destrozado las costas de nuestro país, las ciudades, los pueblos, y que ahora están sin terminar, eso sí, acompañadas con un DVD interactivo con las recreaciones virtuales del sueño puesto por muchos inversores y particulares que ahora están, también, en el paro. Otra interesante propuesta puede ser “El Caso Malaya”, en el que fascículo a fascículo podemos desgranar toda la mierda que ha caído sobre Marbella por culpa de esos chorizos que tenían como regidores. Este coleccionable iría acompañado de un CD con coplas de la Pantoja, unos tirantes para los pantalones tipo “Cachuli” y, si completas la colección, una muñeca de Michelle Obama vestida de gitana para poner sobre el televisor. También podemos sugerir otra estupenda colección: “Ladridos y rebuznos” en CD, claro, y en el que podemos oír las voces de Sáez de Santamaría, Cospedal, Pajín, Blanco, González Pons y otros mastines y bulldogs sin carrera, escupiendo desde los púlpitos sus arengas contra unos y otros. Si terminas la colección nos regalarán un atril en el que ensayar esas perlas dignas del premio Cervantes.

Trozos de nuestra vida para coleccionar. Retazos de un pasado por componer. Piezas de un puzzle vergonzoso que ahora, con el curso nuevo, serán motivo de horas y horas de basura informativa. Ellos viven bien, tienen el culo asegurado porque, si pierden unos y entran otros, las sillas no se despegan ni con agua hirviendo. Y mientras, el resto de los ciudadanos, hacemos de “clá” para aplaudir, vitorear, insultar, escupir o injuriar al que no es de nuestro club.

Nunca he seguido una de estas colecciones hasta el final. Prefería comprar lo que realmente necesitaba cuándo fuese el momento, y no tener cuatro versiones diferentes de las obras de Platón. Pero ahora sí me engancho, con frustrante resultado, a este tejemaneje de miserias que la vergonzosa clase política española despliega para que los españoles, adictos o no, piquemos en sus maquinarias del insulto y crispemos, un poco más si cabe, la convivencia de todos.

Al final, siempre, lo que queda es el ánimo por los suelos, las esperanzas de cambio pisoteadas en las alfombras de la clase media, el asfalto. Como los fascículos.