Todos conocemos casos cercanos en los que, cuando todo parecía que estaba encarrilado, cuando la población española se posicionaba frente a la sociedad del bienestar, un tifón a miles de kilómetros provocado por la desmesurada ambición de los más poderosos, desbarató ese sueño para convertirlo en pesadilla. Y España, que se movía sobre cimientos de barro, tan solo tuvo que abrir las compuertas de la realidad para que enfangadas aguas de quimera ilusión barrieran de golpe todas esas estructuras de sueño y polvo. La foto ya tiene los bordes amarillos.
Tuvimos una Generación X, más tarde la Generación Y, luego vendría la Generación XY y ahora, el Director del Fondo Monetario Internacional Domique Strauss-Khan, ha denominado a esta generación como la Generación Perdida.
Hacia el final del reportaje citado, una de las entrevistadas dice: «Si hasta el FMI te pone la etiqueta, es que estás acabado. Y ya es lo que nos faltaba. (…) Dominique, déjeme decirle que, en la cocina de mi casa, su generación perdida rumia los días interminables de un sistema financiero en el que apenas se ha visto involucrada. En la cocina de mi casa, Dominique, la mía, mañana, seguirá siendo la ‘generación esperanzada».
Hacía mucho, mucho tiempo que no recibía una información tan esperanzadora, la de saber, conocer, vislumbrar que esta generación que vivió la fiesta en estado sumo, que se embriagó con los placeres del hedonismo y el bienestar elevado a su máximo exponente, comienza a despuntar frente al golpe seco, duro, amargo, de la cruda realidad. Ya es hora de despertar ante tanta impasividad. Pero me hago una pregunta que muchos psicólogos y gurús de la PNL o la Inteligencia Emocional se hacen a menudo: ¿cómo enfrentarse al miedo? Porque ahora existe otro miedo más: el miedo al paro. Un miedo que viene acompañado de un remolino de sub-miedos que son el volver a casa de los padres, fragmentar las relaciones, las parejas, perder la casa, el coche, las comodidades, regresar al estado de una dependiente adolescencia: mama dame dinero; mama, me compras eso… Y claro, ese miedo se acompaña de un mar finito (porque en algún momento esto tiene que acabar, y espero que no sean los 7 años que aseguran los expertos) de dudas y trabas: no hay empleo, no hay planes de futuro, estamos desorientados, hay miedo a emprender, no hay ayudas para despegar ante nuevas iniciativas. Todo está estancado. Y el panorama no ofrece, ya no soluciones, sino expectativas: el Gobierno descolocado, la oposición cabrona y sin arrimar el hombro, los sindicatos proponiendo huelgas en lugar de facilitar soluciones reales, la patronal liderada por el hombre que más desempleo ha generado en los últimos años, los bancos cómodos en su posición de tener, recibir y no soltar. ¿Alguien da más?
El verano se ha acabado, comienza un nuevo curso, duro y difícil, en el que la principal asignatura pendiente es organizar un verdadero master en empleo para todos, en especial para esta generación que no quiere estar perdida porque se niega (para que no les pase lo que a los protagonistas de la serie “Perdidos”) a reconocer que al final todos estaban muertos.