La ranita de la princesa

¿No estáis un poco hartos de la Esteban? A mí, que a esta respetable señora se la identifique como la “Princesa del Pueblo” me provoca rechazo, indignación, pena y lástima.

Esta “princesa” es un producto social que comenzó siendo una embarazada soltera, pasó a ser una expulsada del paraíso de los cuernos para convertirse en fetiche lastimero de esa España que se hace dueña y señora de la televisión en los primetime matinales y vespertinos. Con la inteligencia de los avispados cazatalentos, su representante la lanzó al estrellato rosa con sabia manipulación y su estela se convirtió en lodo, su brillo mutó en sombra y su dignidad se enredó en la madeja del chisme, la sátira y el vil dinero. Eso sí, su manager se baña en billetes de 500 todas las tardes mientras mira la televisión y ve como ese oscuro objeto de deseo nacional, se desgañita y abochorna con su patética verborrea.

Ahora, la que para muchos es la Agustina de Aragón del S.XXI para mi es tan solo una pobre marioneta que vive de un cuento que engatusa al más inocente pero que, curiosamente, se ha convertido en la máquina de dinero más eficiente de la televisión nacional de todo los tiempos. La marca está registrada, ¿cuánto tardará en devaluarse?

¿Y el resto de víboras que mancomunan en su nido? A toda esa prole que aplaude con rabia sus caídas de ojos, sus cuellos torcidos, sus muecas, sus labios amorcillados por la silicona, sus maneras toscas, ordinarias, sus gritos y sus arengas contra la ex familia política y sus alabanzas hacia su niña (que pobrecita mía, también hay que decir, que a ver si de mayor se convierte en princesa, porque ahora es una pequeña ranita), habría que ahorcarlos en la plaza mayor por azuzar la hoguera del mal gusto, del cutrerío y por apología del terrorismo social.

Muchos pensarán: ¡Pero se está forrando! ¿Y eso es ser feliz? Yo soy el primero al que le gusta el dinero y que digo que si tuviera más efectivo del que tengo y gano (manteniendo mi salud) viviría mucho mejor, pero vivir a costa de vender tu vida, es malvivir, porque esta señora no tiene ni oficio ni beneficio y las estrellas se extinguen con la facilidad con la que una llama es apagada con un soplido, o con una gota de agua.

El científico alemán Georg Lichtenberg dijo que “A la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores”. Si yo fuese el Ministro de Agricultura, promovería una campaña potenciando la zanahoria. Pero no para ponerla delante del burro (que de esos hay muchos ya, y hasta doctorados) sino para licuarla y meterla en vena a tanto adicto a las penas de esta rara avis de la miseria nacional.

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