En el placer de las pequeñas cosas reside la felicidad de los grandes momentos: una cuidada cena en casa, una buena película, un paseo en una tarde de primavera, un café con amigos, un rato de tele con la familia, un cigarro con los compañeros de trabajo para hacer unas risas… Acciones que, en periodo electoral se chafan, se embarran, se ensucian. Estamos a la que saltamos. Tiramos hacia el carro de los intereses particulares. Rompemos el consenso, discutimos sobre personas a las que conoces por los medios de comunicación: unos son esto, otros son aquello. Los míos mejores, los tuyos peores. Y la cohesión social se pierde por defender a unos que, el día de mañana, se olvidaran de nosotros. Quiero hibernar. O meterme en la urna de las pequeñas grandes cosas y no salir de ahí hasta el 21 de noviembre. Pase lo que pase. Que pasará lo que no quiero que pase. Pero tiene que pasar.
Imagen: Pablo Román.