Entre lo público y lo privado.

Mucha gente me pregunta que por qué esa afición a la extimidad, a revelar o compartir información de tu vida a través de las Redes Sociales. Yo les digo que es algo natural. No tengo nada que ocultar, ni pretendo. Y el que quiera seguir ese sendero que el iPhone va dejando en mi discurrir diario, pues bienvenido. No obligo a nadie: es gratis y voluntario. Pero claro, siempre desde las reglas del juego en las que yo decido qué es público y qué es privado, puesto que se trata de mi vida, mis experiencias, mis pasiones o mis miserias. Yo no publico de otros si no me dan permiso. Siempre he estado en contra del outing, por ejemplo. La publicación de ese diario que significan los post de Facebook, los tweets de Twitter, los check in de Foursquare, las imágenes en Pinterest o Instagram, las cosas profesionales en Linkedin o Google+, las cosas que me pasas por la cabeza en este blog… me genera un conocimiento y un contacto con mi comunidad que antes no tenía. Y para mi los lazos con las personas que la configuran siempre tienen que estar trenzados. No hay nada de hedonismo ni de exhibicionismo.

Me quedo con una frase con la que Fernando Polo (Territorio Creativo) cierra hoy un estupendo reportaje en El País Semanal y que dice «Cuanto más conectados estemos, más grande será el hueco entre nosotros y los que no lo están, y mayor será su miedo a unirse a nosotros». 

¡Ah!, también tengo un modo «off», por supuesto. Que siempre puede ser compartido por aquel que quiera pasar del online al offline. ¿Cuándo quedamos?

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