Las personas somos prisioneros de nuestras palabras. Todos menos los políticos, claro, que ellos pueden permitirse el lujo de decir y prometer cosas que luego se la saltan a la torera. Fuera de este espectro anárquico con la palabra, el resto tenemos siempre mucho cuidado de que lo que decimos tenga una relación coherente y fiel con nuestra persona. Tenemos que mantener intacta nuestra reputación.
Los que trabajamos, nos movemos, nos gusta o nos apasiona esto de las Redes Sociales, estamos siempre pendientes de la «reputación online»: la construcción de una marca (personal o profesional) es una realidad que puede dinamitarse con la facilidad de 140 caracteres viralizados por miles de tuiteros.
La reputación del Rey se ha dañado. Pide perdón y listo: las aguas turbulentas vuelven a su cauce y seguro que se refuerza. Si Twitter ha conseguido derogar gobiernos ¿conseguirá una abdicación en 140… días/meses…?
Imagen: http://www.pooblie.com