Un año Más (o menos)

Pues ya se acaba el año… ¡Qué locura! Parece que fue ayer cuando empezábamos a guardar los adornos de la casa, las luces y el Papa Noel que cuelga en el pomo de la puerta de entrada, y hace ya unas semanas que colgamos las guirnaldas sobre la balda del salón.

Como cada año, toca momento de reflexión, análisis de todo lo acontecido. Es el momento de crear esa galería de recuerdos que desplacen hacia el fondo los más negativos, y suban los mejores -como la espuma de una cerveza bien tirada-, a los más alto del vaso (siempre medio lleno, medio vacío).

De todos esos momentos me quedo: los viajes con mi marido, y las experiencias vividas con familia, amigos y compañeros que tienen un lugar importante en mi vida.

Ya me habría encantado poder disfrutar más de otros momentos, y haber continuado llenando la saca de experiencias en más lugares, con más gente y con nuevos retos. Pero no me puedo quejar. Sigo diciendo que soy un afortunado en todo… Bueno, la salud ha tenido momentos menos buenos, pero la mochila vital que cada uno llevamos comienza a manifestarse.

Tengo una familia estupenda (con sus más, y sus menos), a un compañero de vida único, a los amigos más increíbles y generosos del mundo, y a los mejores compañeros y compañeras de trabajo que se podía esperar. ¿Qué más se puede pedir? Tan sólo algo que seguro tú también estás demandando: TIEMPO.

Alguien dijo algo como:

«No se pierde tiempo en la vida. Lo que se pierde es la vida al perder tiempo».

Anónimo

Y de eso, de perder el tiempo, vamos escasos.

Felices Fiestas a todas y todos.

Agresión

El pasado viernes se celebró el Día Internacional contra la Violencia de Género. Un día que no debería existir, como muchos otros, porque está en el deseo no tener que celebrar efemérides por situaciones que conllevan a la muerte de personas. No deberíamos celebrar algo para reivindicar lo que falta. Pero por desgracia sí. Es necesario seguir recordándole a la sociedad, estas y otras situaciones en las que se veja, se mata a una persona por el mero hecho de imponer la fuerza, la actitud, el predominio, su voluntad, frente al derecho y la libertad del otro/a.

Una vez más, determinada clase política, la que se escuda en la «Casa del Pueblo» para hacer y deshacer a su gusto, impunes, ha demostrado, no sólo no estar a la altura, más bien corroborar que son dignos del más absoluto desprecio y rechazo por parte de todos.

Respeto las creencias políticas y religiosas que no comulgan con las mías. Me gustaría que el resto de la sociedad respetara las mías. No es así, por desgracia. Es intolerable que estos/as especímenes se precien de ser los «elegidos», para golpear sistemáticamente, los derechos y libertades por los que otros luchan/luchamos cada día.

La escritora Christine Mason Miller dijo:

«En cualquier momento tienes el poder de decir que no es así como terminará la historia»

A las personas que no queremos a esta gente «escondida» en unas instituciones que les sirven de trinchera, me gustaría convencerles que, por encima de la idea política, después de todo, es la historia de cada uno/a. Nosotros/Tú eres quien escribe cada renglón, pero también el que decide cuándo borrarlo. Nosotros/Tú eres quien tiene el poder de decidir cómo finaliza esta aventura. Es el momento de invitarles a salir de ella.

El 1%

¿Sabías que un 1% de la población tiene el 60% de la riqueza de todo el mundo? No conocía este dato, hasta que el pasado viernes, nos fijamos que, en la breve sinopsis de la segunda temporada de la maravillosa serie «The White Lotus» de HBOMax, aparecía esta referencia, y mi marido me lo explicó. Y parece ser que vivimos rodeados de este 1%. De políticos que dirigen el mundo. De ricos que manejan los hilos del planeta. De indeseables que desestabilizan el orden mundial. De terroristas que dinamitan las libertades. De fanáticos que remueven conciencias. Y en algunos casos, hay personas de este 1% que suman varios 1%. Un mundo en constante desigualdad.

Ayer sábado por la mañana, mientras desayunábamos, vimos en streaming en el canal de YouTube de la NBC el informativo con el gran Lester Holt, y el arranque no fue menos desalentador: un nuevo huracán azotó Florida y reventó parte de la costa. Aquí no había nadie de este 1%. Volver a empezar.

No nos damos cuenta, pero la naturaleza nos sigue avisando que su influencia, su poder es devastador, y que quizás este 1% tenga ya preparadas sus cápsulas en Marte, Plutón o el Metaverso, pero el 99% restante estamos bajo la influencia del clima y sus lamentos. Si el 1% de ese 1% se dedicara a sanar la herida del planeta, todos, el 100% estaríamos más saludables de bolsillo, pero también de vida.

Bailar Hasta Morir

Terminé esta semana de ver la miniserie documental dedicada a los acontecimientos vividos en el macrofestival Woodstock 99. La serie, que podemos ver en Netflix, y titulada «Fiasco Total: Woodstock 99» son 3 capítulos, uno por día de festival, que recoge lo vivido por todas las partes implicadas de lo que podría haber sido llamado como «EL» festival de festivales, y acabó siendo una tsunami de destrozos, vandalismo y despropósitos.

Lo que se esperaba de «tres días de paz, amor y música», acabó siendo un río de heces, violencia, abusos sexuales y confrontaciones, provocados por una organización que puso por delante los beneficios económicos al disfrute de los participantes, y que generó el caos y la destrucción, ante el hartazgo de los más de 250.000 personas que acudieron a disfrutar de música, paz y amor… ¡O por lo menos, de la música! La organización se encargó de regar con gasolina. La mecha la encendieron cientos de jóvenes, algunos abanderando una preocupante «masculinidad tóxica», que se sintieron estafados y engañados.

No voy a descubrir nada nuevo, diciendo aquello de que vivimos en una sociedad capitalista en la que el beneficio está por encima del bienestar de los otros, y las conclusiones que extraemos de este magno evento es que el beneficio desplazó a la experiencia del beneficiario, poniendo a éste -inversor de ese beneficio-, en las cloacas de la rentabilidad. La cuenta de resultados por delante del cliente y del empleado. Bailar hasta morir. ¿Cuándo estaremos en la posición de decir «no todo vale»?

A medida que veía la serie, me acordé de otro documental, sobre el fiasco del Festival FYRE que también podemos ver en Netflix, e intentaba darme explicación a por qué el empresario que organiza este tipo de eventos (y muchos empresarios en general), focalizan su mirada en el dolar, caiga quien caiga, importándoles una mierda la experiencia, el resultado, la reputación, la tranquilidad, la confianza, la convicción de que se ha hecho algo grande (o pequeño), pero bien.

En los últimos minutos del tercer capítulo de la serie, Heather, una de las asistentes al Woodstock 99, terminaba diciendo que, a pesar de todo, volvería porque fue una experiencia única. Mark Twain dijo que «es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados».

Decepción

Ayer escuché esta frase y me pareció genial: «No hay persona peor en la vida que un tonto/a motivado/a. Y si encima tiene poder, peor». Los presentes, sabíamos muy bien a qué político/a se estaban refiriendo y las risas se adueñaron del auditorio. Y es que es cierto, qué peligrosos/as son estas personas que no miden sus decisiones, teniendo el foco de los intereses generales, y se predisponen a gobernar, gestionar, proponer o promover, acciones, leyes que atentan directamente contra millones de personas, en beneficio de otras (que tienen todo el derecho del mundo a ser contempladas como las que ahora quieren derogar).

Vivimos en tensión y tensionados en lo político. Se generan conflictos y conflictúan a los ciudadanos/as tomando decisiones que miran hacia el lado opuesto al que deben mirar. No nos dicen la verdad. Sabemos (o no), quién está detrás moviendo los hilos. Desconocemos que intereses tienen. Pero les votamos porque deseamos que los «otros» no lleguen a gestionar, no lleguen a ser otros «tontos/as motivados/as» que aún seccionen más los derechos y libertades, en pro de aquellos que alimentan sus egos.

Estamos subidos a un tio-vivo de telerrealidad en el que nos abochorna lo que pasa, lo que dicen, lo que gesticulan, lo que insultan, lo que se mofan en la casa de la constitución, en la casa del pueblo y para el pueblo. Y jaleamos con banderas al color que pensamos que nos representa.

El desencanto provoca el caos. La incertidumbre. La apatía. El tedio. La sociedad acciona y reacciona desde la desilusión. La decepción anida en las calles, como buitre que otea el horizonte en busca de su alimento. Y ellos, ellas, esos tontos, tontas, motivados y motivadas, tienen siempre activados sus radares a la caza de una presa más.