¡Te pillé! 🦠

Y mira que nos hemos estado escondiendo. Que no queríamos que nos vieras. Que te esquivábamos con cualquier disculpa y argumento. Que huíamos a cualquier tentación de distraernos y olvidarnos de que estás ahí, flotando, al acecho, alerta, en el aire… ¡¡Y nos pillaste!! Maldito virus.

Te pillé. Post de @JgAmago en #ReInventarseBlog
Imagen de CDC en Unsplash

Pero por suerte estamos bien. Ya llevamos una semana. Con síntomas leves, muy controlados y atendidos por el doctor Ortega (¡qué haríamos sin ti, Pepe!). Alerta. Tranquilos y preocupados a la vez porque eres traicionero, impredecible, cruel… ¡¡Y enfadados!!. Cabreados porque los que mandan están más preocupados de su culo que por la vida de aquellos que les elegimos para sentarse en su trona (¡No aprenderemos, no!). Todos están fallando. Todos. Da igual el color. Estamos en pelotas y sin nada que poder vestirnos.

Nos quedan la familia, los amigos/as, los compañeros/as de trabajo (gracias José Luis por tus mensajes diarios de preocupación y ánimo)… ¿Y si ellos gobernaran el país? No me queda duda de que lo harían infinitamente mejor.

¡A cuidarse tod@s!

La Brisca

Los días de Nochebuena y de Reyes, la brisca era el acontecimiento oficial de las Navidades en la casa de mis padres. Esos dos días, la casa rebosaba de familia: mis hermanos, mis cuñadas, mis sobrinos, mi tío Suso, mi abuela, mis tíos Daniel y Gloria y mis primos nos hacíamos hueco en el salón para celebrar las fiestas. Mi madre y yo nos encargábamos de la logística. Tras la cena (comida el día de Reyes), tocaba la partida: brisca hasta que el cuerpo aguantara (para el lector más Millenial y joven del blog, aquí podéis leer las bases del juego). Ellos contra ellas. Y casi siempre ganaban ellas. Eso sí, mi abuela siempre hacía trampas (tenía un mal perder terrible), y ahí venía el cabreo de sus hijas (mi madre y mi tía Gloria), y el cachondeo y las risas infinitas por parte del resto. ¡Y no fallaba, siempre la pillaban en algún renuncio! Fueron Navidades muy especiales. Pero como en todas las familias, en todas las casas, unos se van, y otros vienen.

La brisca post de @JgAmago en #ReinventarseBlog con imagen de @unsplash
Imagen de Nick Fewings en Unsplash

Desde hace algunos años, el protagonismo de las Navidades se centró en los nietos, mis sobrinos: Laura, Pablo y Adam. Las navidades pasadas, la estrella de la noche fue la primera biznieta de la familia, mi sobrina-nieta Olivia. Este año, como en otras muchas casas, sólo se ocuparán tres sillas del salón de la casa de mi madre. El coronavirus nos hace ser responsables. Los ejes familiares de Madrid, Barcelona y Alicante tendrán que esperar a volver a juntarse.

«La familia es como la música, algunas notas altas, otras bajas, pero siempre es una hermosa canción»

Anónimo.

Cambiaremos la brisca por la videoconferencia. Pero no es lo mismo.

¿Cómo quieres recordar tu propia vida?

El otro día, haciendo un descando en el teletrabajo, me propuse aligerar el despacho de mi casa, de unos contenedores de fotografía viejos que tenía sobre las columnas de CD y DVD. Decidí tirar el contenedor, vaciar las fotos, y revivir uno a uno todos los recuerdos. ¡Uf, qué de momentos desempolvados! Fotografías en blanco y negro y color, reveladas en el laboratorio fotográfico Alhambra, el de toda la vida al lado de mi casa (y que aún se mantiene a flote). Algunas las digitalicé en el iPhone para ir compartiéndolas poco a poco en mi perfil de Instagram.

¿Cómo quieres recordar tu propia vida? Post de @JgAmago en #ReInventarse
Imagen de Roman Kraft en Unsplash

Ayer por la tarde, tras ver algunos capítulos de las series que sigo, revisé los post que tenía pendientes de leer de mi comunidad de WordPress, y leí el post «¿Son nuestros recuerdos más auténticos que los de nuestros padres y abuelos?«, escrito por Javier Alarcos en su estupendo blog. Tras su lectura, decidí hacerme la pregunta con la que acaba su artículo: ¿Cómo quieres recordar tu propia vida? ¡Menudo reto!

Todas esas fotos que rescaté del polvo y el olvido, me han ayudado a encontrar una respuesta: quiero recordar mi vida como una persona afortunada por las personas que me han acompañado. Y espero que así siga siendo. Quiero recordar mi vida como un ciudadano, como un hijo, como un hermano, tío, sobrino, amigo, compañero, novio y marido que fue/soy afortunado por l@s compañer@s de viaje. Con sus días de nubes, y sus muchos días más de claros.

Y en estos tiempos de incertidumbre, de cambio, de caos, de miedo, pero también de esperanza, deseo seguir construyendo mis recuerdos sobre la frase de Sócrates que dice:

«El secreto del cambio es enfocar toda tu energía, no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo»

Sócrates

La Vuelta

La «vuelta al cole» ha sido difícil. Tanto que a los dos días me tuve que meter en la cama con 38,2 de fiebre. Los cinco días en Maspalomas me resetearon el disco duro de tal manera que despertar el martes 7 para ir a trabajar fue como salir de una anestesia dulce, corta y placentera. ¡Pero había que volver!

Entre fiebre y fiebre, paracetamol e ibuprofeno, jarabes y litros de agua, tuve mis momentos lúcidos para ver un nuevo episodio de la 3ª temporada de «The Crown», esa obra maestra de Netflix sobre la vida de la reina Isabel II de Inglaterra. Nos tocaba ver el capítulo sexto titulado «Tywysog Cymru» en el que el príncipe Carlos (magníficamente interpretado por Josh O´Connor), debe pasar tres meses en Gales para conocer el país del que es su máxima autoridad. Si ya en la segunda temporada pudimos ver un capítulo durísimo sobre la tormentosa educación de Charles en un internado, ahora vemos como se enfrenta, dejando por unos meses su acomodada educación en Cambridge, a un país que no le quiere, con un idioma e historia que desconoce, y con unos compañeros que no le aceptan. Cada secuencia dibuja con exquisita precisión, la actitud y aptitud de un principe/persona que busca desesperadamente a una familia, en lugar de un trono.

Pero lo peor está a su vuelta a Londres.

La Vuelta post de @JgAmago en #Reinventarse imagen gracias a Revista GQ
«La Vuelta» post de @jgamago en #ReInventarse (Foto cortesía de Revista GQ).

En un cara a cara con la reina, Carlos manifiesta sus desacuerdos con la corona y con su madre exigiendo como futuro heredero y como hijo, su lugar, su voz y su posición. Isabel II no lo puede dejar más claro… ¡Pero no haré spoilers al respecto, mejor verlo!

Hay veces que el exilio, por muy duro que sea, es el mejor refugio para no tener que volver a casa.

Lógica vs Biológica

Existe una familia biológica, como existe una familia lógica. La biológica es aquella que, como muy bien define el término: «que es pariente genético de otra persona, aunque no sea gestante». La lógica es: «el grupo humano con el que tú decides pensar, ver, razonar o actuar de forma coherente, racional o con sentido común».

En las personas #LGTBI hemos tirado mucho de las familias lógicas frente a las biológicas. Por que en determinadas ocasiones la familia biológica no entendía o estaba preparada para comprender, asumir, o descifrar qué significaba que te gustaran las personas de tu mismo sexo. La norma ciñe, constriñe, aprieta, ahoga… Mientras que tu círculo de amigos/as más próximo, aquel al que no le tenías que decir nada, porque se lo dicen sólo, son los que ayudan a contruir el verdadero sedimento experiencial y vital, y los que permiten llevar mejor -sobre todo en los casos más difíciles de aceptación por parte de uno mismo y de la familia biológica-, la realidad de desear a personas del mismo sexo.

Lógica vs Biológica post de @jgamago en #ReInventarse
Photo by Jiroe on Unsplash

Ambas dimesiones de la persona deberían de sincronizarse, o por lo menos fluir en paralelo facilitando que de vez en cuando se abran cruces de caminos, intercambio de dimensiones, para que las generaciones futuras ya sólo hablen de familias, sin distinción de naturalezas. Muertas o no.