El Gusano del Odio

Aún estamos sobrecogidos por los acontecimientos de Texas a principios de la semana. Un joven de 18 años, dispara a su abuela, salta la valla de un colegio y tirotea a los profesores y alumnos, dejando tras de sí, 21 muertos (19 niños y niñas, y dos profesores), y 15 heridos. Salvador Ramos era un joven… «normal». ¿Qué ha pasado, entonces, por su cabeza para asesinar sin pudor, sin miramientos a inocentes conciudadanos? Y teniendo en cuenta que no es el primero (y desafortunadamente, tampoco será el último), ¿Qué mueve a una persona a agarrar dos fusiles y liarse a tiros?

Al respecto, os invito a leer esta reflexión de la psicóloga Ana Isabel Beltrán Velasco, publicada en Ethic esta semana.

El odio suele construirse sobre premisas sesgadas y erróneas. Es ese gusano que se cuela por la nariz, que se introduce lentamente en el cerebro y lo invade, lo embriaga, lo controla… Y baja al corazón. Y éste impulsa la sangre a la velocidad del AVE para apretar los puños, la quijada, torcer el gesto y fruncir los ojos. La ira, el descontrol. El foco en la presa. Y el gusano se ha convertido en una Boa Constrictor tan grande, tan poderosa, que estrangula la razón, y explota en la sinrazón. ¡Boom!

Un Propósito

Lisa es la mujer de Tony. Lisa, Tony y Rudy, el inseparable pastor alemán de esta adorable pareja, forman un hogar maravilloso en Tambury, un pequeño pueblo en UK. Lisa tiene cáncer de mama. Deja unas últimas palabras grabadas en video para Tedy, su marido. Lisa, muere. Tony no puede con su pena y…

Lisa, Tony y Rudy son ficción.

Acabo de terminar la serie de Netflix «After Life», escrita, dirigida y producida por Ricky Gervais, actor, productor, guionista, cómico y gran defensor de los derechos de las personas LGTBI. Es una serie que NO TE PUEDES PERDER. Ricky ha dibujado una historia en la que pasas de la risa al llanto, de la tristeza a la alegría, de la miseria a la explosión, del absurdo a la autenticidad más real. Desde su pena, desde su tristeza, desde su dolor, Tony teje una serie de relaciones, de microhistorias con las gentes que viven en el pueblo, que construyen una de las comunidades más divertidas, locas, amorosas, penosas, dolorosas, alegres, soeces, ridículas, entrañables y excepcionales del mundo de las series de televisión. Matt, Lenny, Kath, Sandy, Emma, Anne, Pat, Roxy, Ray (el padre de Tony), Valerie, June, James…, Son, sin darse cuenta, el proyecto de redención de Tony. Su gran misión es, y desde su pena, su despecho, su tristeza, y sus ganas de ayudar, hacer que todos sean más felices. Todas y todos. Sin excepción. Tony, como un ángel despliega desde sus alas esa ironía, cabreo, ira, mala leche, humor fino, cansancio… ¡Y todo fluye, y todo es más fácil, y todos son más felices!

No voy a hacer spoiler, pero el final es MARAVILLOSO… ¡Único!

Cuando el propósito de alguien es hacer el bien. Lo consigue. Aún a expensas de su cruz. ¡Y en este caso, la cruz pesa mucho!

Infancia arrebatada

Leo ayer en La Vanguardia una noticia emocionante, y a la vez terrible:

Desastres de la guerra. Victorias pírricas de un bando. Derrotas amargas del otro. Y mientras tanto, más de 83 años después, siguen negando la imperiosa necesidad de rescatar la memoria de aquellos que perdieron a una madre, a un padre, a un hermano o hermana, a un amante…

Infancia arrebatada post de @jgamago en #ReInventarse. Imagen de Eric Ward v/ Unsplash
Infancia arrebatada post de @jgamago en #ReInventarse. Imagen de Eric Ward v/ Unsplash

Nada es imparcial, lo sé. Todos hicieron sus fechorías y ambos bandos dejaron las calles ensangrentadas y las manos de muchos inocentes en las cunetas. Eso sí, unos más que otros. Los vencedores tuvieron 40 años para resarcirse de los vencidos.

La historia de Martin es la historia de otros/as muchos/as. Es «la historia de una madre fusilada, de un padre encarcelado, de unos hijos huérfanos, de una niña de 11 años, Lucía, que tuvo que encargarse de su hermano Martín, un bebé de 9 meses, y que hoy a sus 95 años ha podido llorar sobre los restos de su madre con la satisfacción de saber que por fin ahora tiene donde llevarle flores».

Puedes leer la noticia aquí.

Imágenes: La Vanguardia /  Eric Ward on Unsplash

La soledad era eso…

Cuando nos hacemos mayores, pensamos que la soledad no existe, porque vivimos del recuerdo acompañado de nuestra más efervecente madurez. Ahora bien… ¿Qué será de nosotros y de nuestra soledad? Quizás haya que «cambiar las baterías», porque probablemente la soledad será… esto.

Cambio de pilas.jpg

Te invito a ver este maravilloso cortometraje: Changing Batteries v/ RZ100Arte