Querer, Tener y Deber

En el día a día de cada persona, existe una constante disidencia entre estos tres infinitivos: QUERER, TENER y DEBER. Los tres tienen una particularidad y es que, en la variedad de sus significados, los verbos expresan el deseo de tener en consideración algo o tomar una voluntad hacia alguien (o algo). Su aplicación final depende del tiempo, las ganas y las necesidades. La urgencia, en determinadas ocasiones, prima uno frente a los otros.

Mi último post en este blog lo publiqué el 12 de marzo. Un mes más tarde, tengo la oportunidad de nuevo de querer escribir. Antes el deber me lo había impedido. Ha sido un mes sumergido en un torbellino de acontecimientos (positivos) en los que ni siquiera los domingos sacaba tiempo para conectar mi querer con mi deber: publicar al menos una vez a la semana en ReInventarse.

Las fábulas se escriben desde el intento de aprendizaje, como enseñanza (el querer) con el objetivo de que se apliquen en la vida cotidiana (el deber) y que enseñen a las personas la importancia de la constancia y el esfuerzo para lograr nuestros objetivos (tener). Pero la historia de las fábulas nos demuestran que los personajes no evolucionan, son estereotipados y no permiten «medias tintas». Ofrecen un modelo único: es correcto, o es incorrecto. Y la vida -afortunadamente- nos ofrece una gama de colores entre el blanco y el negro (mucho más allá del triste gris).

A todas y todos nos gustaría poder elegir qué querer hacer, frente a la necesidad de qué tener que escoger, o qué deber de realizar. El cóctel perfecto sería aquel que convierta el tener y el deber en un querer. Y el tiempo nos permita diseñar una fábula con una moraleja común: la honestidad es nuestra mejor política.

Cerrado por vacaciones

Ayer se colgó en cartel de «Cerrado por Vacaciones» a la pandemia del #coronavirus. Desde el 26 de junio, los ciudadanos y ciudadanas podemos deambular en espacios abiertos y libres de aglomeraciones, sin mascarillas. Un avance, cierto, pero hay que tomárselo con medida. De hecho, ayer paseando por el centro de Madrid, muy poca gente se atrevió a ir sin mascarilla. Nosotros, en plena calle Preciados, Puerta del Sol o Alcalá, la llevábamos puesta. Luego ya, nos pusimos a callejear para evitar a las masas (ayer la capital estaba que se desbordaba), y pudimos disfrutar de pasear sin mascarilla.

En contraposición a esta «responsabilidad cívica», llevamos unos días desayunando, comiendo y cenando con los acontecimientos de Mallorca. La irresponsabilidad es de jóvenes, padres, madres, empresarios, hosteleros, promotores y dinamizadores/as de la noche balear, que lo debieron prever. Pero no quisieron. La juventud ha sido uno de los colectivos más estigmatizados por determinadas actitudes. Cierto que en puntuales momentos algunos (no todos, afortunadamente), han tenido comportamientos de rabieta social desafiando a la salud de todas y todos con comportamientos incívicos e irresponsables, sin llegar a medir las posibles consecuencias para ellos/as y el resto de la comunidad. ¿Qué hubiera pasado sin nuestros mayores, ahogados por la pena, la soledad y la angustia, se hubieran lanzado a la calle, a los centros de mayores, a los bailes, a jugar a las cartas, sin medir el impacto en todas y todos nosotros? No. Ellos, se quedaron. Y así están muchos: este año de pandemia ha impactado como 10 de vida.

¡AÚN NO ES EL MOMENTO! De juergas, de desmadre, de aventuras juveniles en el barco pirata de la insensatez. La pandemia nos ha robado A TODAS Y TODOS, más de un año de vida. Pero podremos ir poco a poco recuperándola y volviendo a la nueva realidad. A otras y otros, ya se la robado para siempre. Debemos esperar.

Ahora llega el verano. Espero que la quinta ola (¿o la sexta? No se he perdido la cuenta), no llegue tras el periodo estival. ¡Confío! Pero para ello, no podemos bajar la guardia. Disfrutar del verano, si. Pero para vivir, no para seguir contagiando enfermedad y muerte.

¡Felices vacaciones! Yo cierro el blog hasta septiembre (aunque me quede aún para comenzar mis días de descanso).

Ni pan, ni ganas de comerlo

Asistimos impávidos a otra irresponsabilidad más de nuestros gobernantes/as. Nuevas elecciones. SU prioridad no es la salud de tod@s, ni el bienestar de tod@s, ni la seguridad de tod@s. No. Su urgencia es la suya. ¡Lo del interés general queda muy bien en el titular de los medios! Todo vale. Nada cuenta. Que digo una cosa, y en una entrevista me sacan los colores porque no es cierta… ¡Me pongo de perfil, miro hacia otro lado y listo! Sus ejércitos de opinión (tuiteros y contertulios a sueldo o pro-bono), se encargarán de asestar el golpe. Su sentido de la vergüenza no tiene vergüenza.

Nuestros mayores mueren de tristeza en sus casas (aún muchos sin vacunar). Las personas con discapacidad y enfermos crónicos piden ayuda y una vacuna a la que aferrar su día a día. Los comerciantes se ahogan (dicen que dinero no hay, pero sí para «otr@s»). Muchas familias son el retrato de los años 40, tras la guerra, cuando las colas del hambre eran el pan nuestro de cada día. Las ONG se asfixian: no hay recursos para los que no tienen recursos… ¡Y ell@s a lo suyo! Da igual el color. No importa si eres diestro o zurdo. Lo de los otr@s les importa un bledo.

¿Qué nos queda al resto? ¿Protestar? ¿Patalear? ¿No votar? ¿Votar? Y a las bravas pienso: ¡Por mucho pan que me ofrezcas, sinceramente no tengo ganas de comérmelo! Pero, reflexionando, ya en frío, me digo: ¡Cuando no hay otro menú que poder seleccionar, elegiré el pan a las hostias! Aunque luego nos vengan dobladas.

(Ir)Responsabilidad Compartida

Ayer comenzó para algunos/as, el comienzo de la cuenta atrás. El desconfinamiento llegó para los mayores de 14 años que no tenemos ni hijos, ni perros, que estábamos en casa, y cuya salida al exterior se remitía a bajar la basura o a ir al supermercado (eso si, con responsabilidad y por necesidad).

Ayer se dio el pistoletazo de salida y la posibilidad se convirtió en necesidad y urgencia, lo que desbordó las predicciones. Mi marido y yo salimos de 20 a 21 horas (distrito de Arganzuela, Madrid), y nos volvimos, por que las calles del barrio parecían la Gran Vía en un día de Navidad. Gente que salía sin mascarilla. Personas que se paraban en corrillos en la acera, bloqueando el paso de los que salimos a caminar. Abrazos, besos y efusividad. Adolescentes pegados al movil (¿pero no habéis tenidos suficiente móvil en casa?), y en grupitos de amigos ji ji, ja ja… ¡Y sin mascarilla! Bicis timbrando a los peatones que iban por la acera, skateboards y patinetes zumbando alrededor… Personas que decían que ya habían salido esta mañana, pero que ahora hacía muy buena tarde… WTF! Runners a lo suyo, que bastante tienen con ponerse de nuevo en forma. ¡Y los parques cerrados a cal y canto! (lo que habría evitado este colapso de transeuntes que salen a la jungla tras muchos días de encierro en nuestras jaulas de cemento). ¿Irresponsabilidad Compartida?

(Ir)Responsabilidad Compartida post de @JgAmago en #ReInventarse
Imagen de Edwin Hooper en Unsplash

El concepto de responsabilidad compartida lo tenía vinculado al mundo de la empresa y su RSE/RSC, y lo definen como:

Los modelos de responsabilidad compartida promueven que las personas se ilusionen y disfruten con nuevos retos, adquiriendo competencias de alta calidad que les proporcionen los recursos necesarios para desarrollar su capacidad de liderar y de tomar decisiones, impulsando su papel como creadores de conocimiento dentro de la organización.

Pero buscando referencias para escribir esta reflexión, he encontrado esta cita de Karen Barad, Profesora, Historiadora y Filósofa especializada en Feminismo que define la responsabilidad compartida del individuo/a como:

… «un acto de intra-dependencia, es una consciencia de esta conexión, es compartida entre todas las partes del sujeto “relación” y es consciencia de cómo ponemos o quitamos estas barreras y fronteras para decidir qué es importante, qué no es importante, qué cosas decido tener en cuenta y cuáles no, a la hora de tomar decisiones sobre mis actos sabiendo que estoy afectando y soy afectado/a por mi entorno y mis relaciones».

Karen Barad, Barad, Karen (Spring 2003). «Posthumanist performativity: toward an understanding of how matter comes to matter»

El entorno nos facilita ser sociales y sociables. Pero también nos embrutece, envilece y genera invidualismo. En este puzzle de responsabilidad compartida por decenas de piezas que entran en juego, no conseguiremos la foto final si una de ellas no encaja. Deberíamos desaprender para aprender. Crear nuevos escenarios de colaboración responsable y construir un nuevo entorno que nos ponga rumbo a hacia esa «nueva normalidad».

Tiempos Difíciles, Tiempos Extraordinarios

Vivimos tiempos difíciles, porque vivimos tiempos extraordinarios. Ya lo predijo Edward Norton Lawrence con su teoría del «Efecto Mariposa» o la «Teoría del Caos«: basta con que una mariposa agite sus alas, para que en la otra parte del mundo se genera un caos sin proporciones. Ahora vivimos uno de esos momentos.

Las personas de mi generación (Generación X), hemos vivido cosas impensables o que se tenían por difíciles de acontecer: el primer hombre a la luna, la caída del muro de Berlín, el 11S, la guerra de Irak, el fin de ETA, la crisis económica del 2008… ¡Y ahora, la primera pandemia mundial por culpa del #Covid-19 o coronavirus! Películas como «La Peste«, «Epidemia«, «Exterminio» o «La Amenaza de Andrómeda» fueron ciencia ficción. Ahora estamos en la cruda y dura realidad.

Tiempos Difíciles, Tiempos Extraordinarios por @JgAmago en #ReInventarse
Imagen de visuals en Unsplash

Y se apela a la responsabilidad de tod@s. Fuera de suflamas políticas, posicionamientos ideológicos, religiones, culturas… ¡Debemos ser responsables. Todas y todos, con la humanidad! Si no quieres hacer caso a lo que dice el gobierno, porque eres del «otro color» y te resbalan sus decisiones, haz caso a los médicos que piden a gritos, por las redes sociales, a través de videos, de fotografías… ¡¡Que nos quedemos en casa!! No seas egoísta y piensa que los tiempos difíciles son una lección para poder difrutar de tiempos extraordinariamente maravillosos.