Quiero compartir con vosotros este relato que escribí para el II Certamen Literario «IGUALA2» de la Fundación ONCE e ILUNION.
ROAD MOVIE
Y el Goya es para…
… Se puso a recordar cuando, de pequeña, incluía en su carta a los Reyes Magos un juego de pinturas para mirarse ante el espejo e iluminar su cara con un colorete rabioso y flamígero para parecerse a la belleza de Esmeralda en «El Jorobado de Notre Dame» de Disney.
… Se activaron en su memoria las pocas veces que sus padres se iban de cena con amigos. Cuando llegaba ese día, se atrincheraba en casa y se asomaba por la ventana a ver por dónde vendrían los ladrones, para embaucarles con su ingenio, pericia y sabiduría, y elegir ser Sabrina, Jill o Kelly de «Los Ángeles de Charlie», y demostrarles a sus papas que ella era muy capaz de arreglárselas sola. Y muy lista.
… En cuestión de segundos su cerebro hizo memoria de aquellos paseos, volviendo del colegio acompañada de su madre, en los que buscaba en el parque una mirada cómplice de niños y niñas de su edad con los que jugar y poder emprender una aventura, como las niñas de la pandilla de «Los Goonies», y llenar su infancia de algo más que médicos, rehabilitaciones y mimosos cuidados por parte de la familia.
… Como una exhalación se agolparon en su retina las imágenes de aquella primera excursión en que la dejaron ir sola, a París, bajo la atenta mirada de Esther, su compañera de habitación y tropelías adolescentes. Cómo disfrutó como nunca del paseo por el Sena en el bateaux-mouche y su respiración se contuvo cuando pasó por debajo del Pont de L´Alma, porque juraría haber visto a Audrey Hepburn caminando con su paraguas, como en «Encuentro en París».
… A velocidad de crucero recordó su paso por la Universidad, en la que consiguió licenciarse en Ciencias de la Imagen y Comunicación. Fue una pesadilla llena de bochornosos paseos por la indiferencia y la adversidad, en el que las lágrimas mancharon su vestido de graduación como la sangre tiñó de rojo el vestido de Sissy Spacek en «Carrie».
… En aquel preciso instante un lugar de su cerebro activó el poso dejado por aquel primer trabajo como ayudante en la recepción de la empresa de limpiezas industriales, propiedad de su tío Ernesto, que le permitió escribir en sus ratos libres esbozos ampliados de aquel diario, de ese secreto que la acompañó desde pequeña, escondido bajo el asiento de su silla de ruedas, y del que no se desprendía bajo ningún concepto, como la heroína de «El Diario de Anna Frank».
… Fue entonces, y no antes, cuando la máquina del tiempo retrocedió al día en el que conoció a Álvaro, su primer novio, y cómo miraba hacia la puerta de aquella empresa en la que trabajaba, esperando a que llegara con un ramo de flores, la cogiera en brazos como Richard Gere cogió a Debra Winger en «Oficial y Caballero», y emprender una vida lejos, felices y juntos.
… Los momentos se seguían agolpando con intensidad y empujaban por salir, como el de su matrimonio. Su primer y único gran fracaso. Enredada en una historia de celos y mentiras, y abandonada a la suerte del deseo y del delirio, como Glenn Close en «Atracción Fatal». No hubo sangre. Sólo daños irreparables en la estima de una mujer que tuvo como principal sueño ser feliz y como única pesadilla la de no poder nunca llegar a serlo. Tras la ruptura, se empeñó en reinventarse y soñaba con tener la fuerza física de Katniss, la heroína de «Los Juegos del Hambre», y su destreza para manejar armas. Armas de mujer. Ya nadie jugaría con ella. Este era el momento de escribir su propio guion.
… A escasos metros, se apresuró a memorizar su vuelo tras aquella pesadilla y, con la silla por montera, evitando ser engullida por las fauces de una ciudad hostil y caótica, cargó en su mochila currículos con los que «Volver a Empezar» y emprender esa aventura dormida bajo el cojín de su montura: escribir y dirigir. Llamó a las puertas que pudo, aquellas en las que los escalones no le impidieron acceder a poner cara, cuerpo y voz a los contactos que llevaba en su teléfono móvil. Fueron contactos fugaces, feroces algunos, en los que la mirada de su receptor denostaba incredulidad, congoja y sorpresa al ver a una mujer de mediana edad, y en silla de ruedas, pidiendo una oportunidad para situarse en primera línea, como en «A Chorus Line», uno de sus musicales preferidos en el que Cassie pedía una segunda oportunidad para volver a demostrar que era una gran profesional. La mejor.
… Casi en la meta, una lágrima se le escapó cuando hizo memoria de esa primera vez, como en todo, en la que el miedo atenaza a la cordura, en la que la vergüenza al fracaso eclipsa al momento de vivirlo intensamente, y presentó su primer copy para un documental en la productora que la contrató como runner. Ella se atrevió a presentarlo mientras sentía el temblor en aquellas piernas que habían estado dormidas. Y se sintió bien. Y se acordó de una de sus heroínas, Holly Hunter en «Al Filo de la Noticia», cuando consigue emitir esa exclusiva que les llega a la redacción en el último minuto.
… Impulsada por el lento rodar que la moqueta roja del salón permitía a la silla de ruedas, emergió un último flash en el que recordó esa primera voz de «¡Corten!», superando las adversidades, sin dinero, ni presupuesto, con tesón, empeño y esfuerzos sobrenaturales para crear su primera película. Como Uma Thurman (La Novia) en «Kill Bill» al enfrentarse a todos los Yakuzas.
¡¡Y el Goya a la mejor dirección novel es para… ¡Olivia Allen! por «Road Movie». Recoge el premio Olivia Allen!!
Y todo el Palacio de Congresos puesto en pie para celebrar el éxito de un sueño convertido en 90 minutos de realidades, en formato digital y sonido 5.0. El equipo se abalanzó sobre ella, tanto que casi la tumban para detrás. Su emoción la bloqueba y no daba pie con bola a la hora de quitar el freno de las ruedas. Sus manos empujaban la silla, que comenzaba a deslizar su cuerpo hacia el escenario, ¡pero nunca llegaba!, mientras sentía un atronador zumbido mezcla de ovaciones, lágrimas y enhorabuenas. Y en ese escaso minuto en el que la fama convirtió el ruido en silencio, lo recordó todo.
De repente se hizo un silencio atronador. ¡El escenario no tenía rampa! Olivia frenó de golpe la silla en el borde donde 12 escalones impedían recoger su «cabezón».
-Vaya, pensó. Esto es lo que pasa porque todos me ven como Clara (de «Heidi»), y no como a Lara Croft.