Hablaba la semana pasada del documental «El Dilema de las Redes Sociales» (The Social Dilema en Netflix) y cada vez son más las voces de «ex» trabajadores/as de estas gigantes y poderosas plataformas las que sacan a la luz los trapos sucios de las redes sociales. Así en Genbeta leía esta semana las declaraciones de Tim Kendall, exresponsable de monetización de Facebook llegando a compararla con la industria tabacalera:
«Seguimos el libro de jugadas de las grandes tabacaleras, trabajando para que nuestra oferta sea adictiva desde el principio».
Tim Kendall, exempleado de Facebook.
En La Vanguardia leí el pasado 19 de septiembre «La Contra» de Ima Sanchis (solo podrás leer el artículo si estás suscrito), la entrevista que hizo a Michel Desmurget, director de investigación del Instituto Nacional de la Salud en Francia. Desmurget destroza a la Generación Millenial y siguientes, poniendo como parapeto a la digitalización de la sociedad. Lindezas como:

«Los millennials son la primera generación en tener un CI promedio más bajo que la generación anterior, y las pantallas tienen una responsabilidad incontestable».
«Lo peor es ver devastado el desarrollo de nuestros hijos de esta manera. Bueno, no todos ellos, los altos ejecutivos de las industrias digitales tienen especial cuidado en proteger a sus hijos de los productos que nos venden».
(Pregunta Ima: ¿Lo mejor para los niñ@s?) «No son pantallas, sino personas y acción. Necesitan palabras, sonrisas, abrazos. Necesitan aburrirse, soñar, jugar, imaginar, correr, tocar, manipular, que les lean cuentos. Mirar el mundo que los rodea, interactuar. En el corazón de estas necesidades, la pantalla es una corriente de hielo que congela el desarrollo».
(Pregunta Ima: ¿Cómo serán estos nativos digitales cuando sean adultos?) «Privados de lenguaje, concentración, cultura; de las herramientas fundamentales del pensamiento, se convertirán en una casta subordinada de artistas entusiastas, estupefactos por el entretenimiento tonto y felices con su destino».
Y ante evidencias como estas (y otras tantas que llevan avisando de la excesiva «pantallización» de nuestra sociedad, digitalizamos las aulas, potenciamos el e-Learning y el Social Learning, ponemos a nuestros cachorros a mirar el movil o la tablet «para que no molesten», y les invitamos a un chute de beats y megabites por segundo para calmar su ansiedad. ¡Ojo! Y los que me conocen saben que soy un defensor a ultranza de las nuevas tecnologías, del teletrabajo, de la educación en nuevas tecnologías, de la teleformación etc., pero tengo los conocimientos, la razón, la habilidad y destreza para apagar mi conexión con la pantalla y conectar con las realidades que me rodean. Y ahí está la clave: tener los conocimientos, la capacidad de evaluar, decidir y valorar cuándo la conexión a Internet debe tomar nuestras neuronas, y cuándo no. Y eso se aprende, pero también se enseña.
«La actual locura digital es veneno».
Es hora de encontrar el antídoto a esta picadura letal.