¿Qué tal el verano? Espero que por lo menos hayas podido desconectar o descansar unos días. Yo ya llevo dos semanas de «vuelta al cole» pero no he retomado la actividad del blog antes porque me había propuesto empezar el último domingo de agosto. Soy muy «germano» con determinados propósitos 😉. Y aquí estoy.
Enfrentarse al papel/pantalla en blanco es siempre difícil. Y más después de tanta infoxicación y -a la vez-, desconexión. Podría hablar de la falta de solidaridad y responsabilidad de una parte de la sociedad española; de la absoluta ineficacia y falta de previsión e interés de los que se hacen llamar políticos y/o gobernantes; del cambio climático tan notorio con días en los que en 24 horas pasamos de 38º a 24º… Pero me agobia, me cabrea, me encienden uno, el otro y el de más allá. Así que, en la víspera en la que más de un millón de niños/as adolescentes y jóvenes se incorporan a la aulas (¡la que se avecina va a ser, épica!), voy a hablar del cole.

Un lugar mágico para algunos; un potro de tortura para otros. Un espacio para aprender; otros lo aprovechan para desaprender. Un entorno para hacer amistades eternas; otros para crearse enemigos villanos. Un encuentro con el maestro/a que te cambiará la vida; un inquisidor amargado para otros/as. Miles de momentos para recordar; miles de horas que odiar. Lecciones de vida para aprovechar; un castigo infinito al que no quieren ni mencionar. Un aprendizaje cada día, algo nuevo por descubrir; cosas que no me sirven para nada, quiero huir.
Blanco y negro. Cara A y Cara B de un mismo álbum que cada uno/a interpreta como desee. Este año está siendo, va a seguir siendo raro, sí. El colegio no lo va a ser menos. ¡Qué Dios/Ala/Yahve/Buda nos pille confesados/as!