Suerte y Talento

Anoche veíamos en HBO el estupendo documental «Love to Love you, Donna Summer» sobre la vida y la carrera musical de la gran reina de la dance music, Donna Summer. Cantante desde muy pequeña, no es hasta que aterriza en Alemania y se cruza en su vida el presidente de Capital Records y el productor Giorgo Moroder, cuando ven el potencial del temazo que llevaba bajo el brazo, y producen la canción «más escandalosa» de los 70 (estuvo censurada en BBC, entre otras cadenas de radio), y el himno dance «I Feel Love».

El documental, dirigido por una de sus hijas, Brooklyn, aborda de una manera magistral toda la parte musical y en paralelo la vida personal de una mujer brillante, que acabo enfrentada al público que la aupó al olimpo musical (el colectivo gay hizo de ella un icono que se desmoronó con sus «supuestas» declaraciones sobre el SIDA). Una carrera musical en la que la suerte y el talento caminaron cruzándose en rutas que pudieron deambular por senderos diferentes.

Yo tengo que decir que el vinilo que MÁS veces he escuchado en mi vida, es el multipremiado doble álbum en directo «Live & More», grabado en Los Ángeles, y que en cuanto pude me compré en CD, y ahora lo sigo escuchando en Apple Music. Quizás hoy lo vuelva a reproducir.

En ese disco, la cara B del segundo vinilo lo ocupa la suite entera con el temazo «MacArthur Park» que fue Nº 1 en Billboard durante 3 semanas en 1978. Esta canción es un homenaje al MacArthur Park de Los Ángeles, en el que el compositor original (Jimmy Webb), que compuso el tema para el cantante Richard Harris en 1968, pasó momentos inolvidables con la familia y amigos. En uno de los estribillos finales, Donna cantaba:

Body and soul
You took me out of control
You stole the best part of my heart, ah
Ooh

MacArthur Park, 1978, Jimmy Webb – Giorgo Moroder & Pete Bellote

Donna dejó todo por su familia… Un cáncer de pulmón se la llevó muy joven, a los 64 años, rodeada de su familia. Quizás la música le robó la mejor parte de su corazón, como dice la canción. Pero a los fans, a la música, nos llevó muy lejos, y nos permitió soñar… «¡Live… and MORE!»

Vuela Alto

El jueves nos dijo ¡Adiós!, para que nos dijéramos ¡Hola! No era el mejor sitio. Ni habíamos deseado que fuese el lugar elegido para volver a encontrarnos, derribando el muro de las pantallas para volver -aunque fuese unos minutos-, a la piel. Fue como ella nos quería, como a ella le gustaba: piel con piel.

Su saludo preferido era un «¡Hola cariño!», y te atrapaba en un abrazo de oso, y no te soltaba hasta que te emulsionabas con ella en su calor. Radiaba amor, cariño, alegría, cercanía, hermandad. Aún tan pequeña, tan frágil, que tenías miedo de que se rompiera si respondías con la misma efusividad con la que siempre, siempre, te recibía. Sonrisa al frente. Su cara angelical, su melena lacia, su mirada pícara, su expresión de felicidad. Así también quiso que la viéramos este jueves. Rodeada de amigos, de flores, de cariño, de su chico (un caballero donde no los haya), y de su hija (belleza de belleza nacida). Así quiso que la recordáramos, por y para siempre.

Y en esa tarde triste, rara, en la que la despedida dio paso a la bienvenida, de nuevo, a un grupo de personas que vivimos años increíbles, juntos, y que el tiempo, las obligaciones, las familias, el trabajo, la pandemia y… ¡otras muchas disculpas más!, nos han mantenido alejadas, que no desconectadas, de aquellos años en los que un cordón umbilical conectó ombligos de inquebrantable afecto y lealtad, todas y todos volvimos a ser «La pandilla del Rick´s». Gracias a ti.

El jueves los circuitos neuronales que movilizan las acciones del ser humano, se encendieron con todos los megavatios posibles. Máxima potencia. Ya hemos quedado. Todas y todos. Por ti. Para ti.

Por TI. Para TI. Siempre.

Modo Limpieza

Esta mañana, cuando he desactivado el modo «descanso» del teléfono móvil, la aplicación que tengo con la que se puede controlar el lavavajillas, me avisaba que era necesario hacer un «modo limpieza». Yo, que soy un bien mandado, así lo he hecho: he vaciado los rastros de la cena de anoche, y he puesto el programa correspondiente. ¡3 horas!

En el breve camino que tengo desde la cocina hasta mi despacho, donde estaba terminando de programar los contenidos en redes sociales, he pensado: ¿Y si todo fuera tan fácil como con el lavavajillas? Me explico: ¿Y si fuese posible activar un botón y hacer limpieza de nuestro sistema, en tres o cuatro horas? Está claro que, tras el proceso de saneamiento, nuestra mente brillaría de nuevo. Estaría descargada, reseteada, higienizada de todas esas impurezas que la vida, los años, los días y las horas va acumulando como residuos en nuestro cerebro.

Esos restos del naufragio pesan. Son un lastre -en algunas ocasiones-, para remontar la quilla y volver a las plácidas aguas de la tranquilidad. ¿Quién puede decir -afortunado él o ella-, que duerme «tranquilo»?

Ralph Waldo, poeta, escritor y filósofo norteamericano, padre del transcendentalismo, dijo:

«Por cada minuto que permaneces enojado, desperdicias hasta sesenta segundos de tranquilidad»

Ralph Waldo Emerson (1803-1882)

Forzar la Máquina

En «La Pandilla», cada vez que conseguimos vernos los 14 que formamos ese núcleo vital de amistad, hermandad y confianza, nos echamos unas risas porque no hay reunión que no tenga sus minutos dedicados a hablar de los males, las enfermedades y los últimos descubrimientos en nuestros historiales médicos, que nos recuerdan que tenemos una edad. También nos proyectan a los excesos cometidos en nuestra épocas juveniles, y a esa generación que mejoró la de nuestros padres, pero que arrastró algunos desajustes de tiempos pasado (mejores, o no).

Después de esos momentos, pasamos la página y a continuar compartiendo las andaduras de este maravilloso grupo de hermanos y hermanas que se fueron conectando y cruzando en mi vida sin llamar, sin pedir entrada, sin periodo de cadencia o lista de espera. Llegaron, triunfaron, y se quedaron para siempre.

Estamos casi en mayo. Y parece que sea verano. No sólo por este tiempo meteorológico adelantado a su estación, si no por que es tal la carga de trabajo, que me recuerda a esos periodos laborales en el que el verano es el acabose, y la navidad es el fin del mundo. Forzamos la máquina y ya nos sale vapor hasta por la punta de los dedos. Acelerados. Y el problema es que no hay tiempo para parar y valorar si el objetivo final permite otras rutas a las que derivar los impulsos de nuestra locomotora. Vamos a velocidad AVE. Quizás muy pronto en modo Hiperloop.

Y estos excesos, los resiente la salud, los amigos, los compañeros, la familia. Vuelta a la revista médica inicial.

William Shakespeare dijo,

Nuestro cuerpo son nuestros jardines, nuestras voluntades son nuestros jardineros.

W. Shakespeare (1564-1616)

Debemos empezar a sacar brillo y forzar la máquina que todas y todos necesitamos: un cortacésped con el que segar las malas hierbas del stress.

Querer, Tener y Deber

En el día a día de cada persona, existe una constante disidencia entre estos tres infinitivos: QUERER, TENER y DEBER. Los tres tienen una particularidad y es que, en la variedad de sus significados, los verbos expresan el deseo de tener en consideración algo o tomar una voluntad hacia alguien (o algo). Su aplicación final depende del tiempo, las ganas y las necesidades. La urgencia, en determinadas ocasiones, prima uno frente a los otros.

Mi último post en este blog lo publiqué el 12 de marzo. Un mes más tarde, tengo la oportunidad de nuevo de querer escribir. Antes el deber me lo había impedido. Ha sido un mes sumergido en un torbellino de acontecimientos (positivos) en los que ni siquiera los domingos sacaba tiempo para conectar mi querer con mi deber: publicar al menos una vez a la semana en ReInventarse.

Las fábulas se escriben desde el intento de aprendizaje, como enseñanza (el querer) con el objetivo de que se apliquen en la vida cotidiana (el deber) y que enseñen a las personas la importancia de la constancia y el esfuerzo para lograr nuestros objetivos (tener). Pero la historia de las fábulas nos demuestran que los personajes no evolucionan, son estereotipados y no permiten «medias tintas». Ofrecen un modelo único: es correcto, o es incorrecto. Y la vida -afortunadamente- nos ofrece una gama de colores entre el blanco y el negro (mucho más allá del triste gris).

A todas y todos nos gustaría poder elegir qué querer hacer, frente a la necesidad de qué tener que escoger, o qué deber de realizar. El cóctel perfecto sería aquel que convierta el tener y el deber en un querer. Y el tiempo nos permita diseñar una fábula con una moraleja común: la honestidad es nuestra mejor política.