Mayores

Todos sufrimos la misma enfermedad: la de hacernos mayores. A unos les afecta menos. A otros, más. Tomando como analogía la última «enfermedad» mundial, el COVID, podemos decir que hacerse mayor para algunos, es asintomática. Otros/as, tienen leves indicios de malestar. Unos/as han pasado días y días enfermos en cama con síntomas. Por desgracia, otros/as muchos/as, no pudieron superarla y nos dejaron. Hacerse mayor es una faena.

Pero no por el mero hecho de cumplir años, no. Al contrario. Eso significa que estamos, que seguimos y que lo contamos. Si no por los daños colaterales que el cumplir años acarrea.

También es cierto que la actitud dice mucho. Hay gente para que los 50 son los nuevos 30, y los 60 una nueva juventud (sin tener que trabajar, sin cargas, con la casa pagada, con salud…). Para otras y otros, cada año es una bala menos en su revolver de vida. Y ahí es donde, cumplir años, es una m*****. Pero hay que luchar.

Miguel de Cervantes dijo:

«Porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más»

Miguel de Cervantes

Así que hagámonos mayores con elegancia. Cubramos nuestras cabezas con canas de plata y oro. Y si no te queda pelo, que tu calva reluzca como una bombilla LED. Llevemos las alforjas repletas de ilusión y ganas de hacer. Y si la salud nos pone piedras en el camino, siempre nos quedará comprarnos unos buenos zapatos que las sorteen.

Sin edad

Leía esta mañana en el blog de Guillem Recolons, un post muy interesante sobre el edadismo. El artículo en cuestión se titula «Cuando hay propósito, no hay edad» y os recomiendo su lectura, o bien escuchar el podcast. Y pensaba: ¡Qué lata lo de la fecha de caducidad! Si, porque vivimos en una sociedad que asume que la edad nos limita. Y no es verdad.

Guillem pone algunos ejemplos de personas que, «teniendo una edad», siguen activos/as haciendo escuela de su sabiduría, sus conocimientos, su bagaje personal y profesional. Y como éstas personas, decenas, cientos más. Sabemos la edad de un coche por su matrícula. La fecha de fabricación de un electrodoméstico, de una lata de conserva o de un producto, por su fecha de envasado. Tenemos claro que debemos darle salida a un comestible porque tiene una fecha de caducidad implícita en su envoltorio, no hablemos ya del producto fresco o congelado que aguanta, fuera de su espacio natural, lo que un pastel en la puerta de un colegio. Pero me parece injusto el edadismo, esta fiebre, esta etiqueta que las personas «adultas» llevan/llevamos en la frente, en la muñeca, en las arrugas, en los párpados o en la postura, tatuada sin tinta ni color.

Y lo gracioso es que, en muchas ocasiones, esta marca a fuego, nos la imponen las generaciones más jóvenes, esas que se frustran, lloran, se encierran o deprimen porque la foto de Instagram que han subido solo tiene 10 likes en lugar de 20. Algunos, insisto. No todas y todos.

Cualquiera puede ser «mayor» (que lo de viejo suena aún más peyorativo), y sentirse con ganas de hacer cosas y ponerse al mundo por montera. Es una cuestión de espíritu, de mente. De aprender y conocer.

Mientras sigamos aprendiendo, la mejor etiqueta que podemos llevar es esta:

«Nadie es tan viejo, como los que han sobrevivido al entusiasmo»

Henry David Thoreau

Un viaje sin límites

Hace 40 años que no sacaban un disco. Y ahora, con más de 75 años en sus carnes, Agneta, Anna-Frida, Benny y Bjorn acaban de revolucionar el mundo. ABBA saca nuevas canciones y gira «virtual» que lo está vendiendo todo (y eso que las entradas superan las 200 libras por persona). No hay edad para el olvido. No hay límite para la creatividad. Revolucionaron los 70 y ahora ponen patas arriba a la industria musical con canciones que siguen siendo la marca del grupo sueco que llegó a convertirse en la segunda industria de Suecia (después de Volvo), en generar ingresos para las arcas del país escandinavo.

Primero hablaban de amor, de fiesta, de alegría. Después llegaron a hacerse daño, a escribir sobre el resentimiento, el desamor, el divorcio, la separación… Ahora curan heridas, restañan las puñaladas y retoman letras sanadoras, positivas, enérgicas, pero críticas con ellos y con sus seguidores. «Voyage» es un viaje al futuro. Quizás el fin (ellos siempre dicen que «las chicas» tiene la palabra de poder continuar con el grupo). Pero nunca al olvido.

No hay edad para seguir innovando, para seguir creciendo, experimentando, probando cosas, evolucionando, creando… No hay límites para soñar, para hacer y para deshacer. La única barrera es el no estar vivos. Y si hay talento, ingenio, creatividad, pero no fuerzas físicas, salud, entonces creemos nuestro avatar vital (ABBA-tar), para seguir siendo y estando VIVOS.

La Juventud

Anoche ví «La Juventud», película del creador de «La Gran Belleza». No llega a la perfección de su primera gran obra maestra, una pieza indispensable del cine y de la filosofía humana del S XIX, pero se queda cerca, muy cerca. En «La Juventud» la reflexión sobre la decadencia vital, sobre el proceso de marchitaje, lento o rápido, severo o fugaz, según se mire, es magnífica. La vida, postrado en una cama, arrinconado en un balneario de lujo, o sentado en un banco de un parque, pasa por la cabeza a dos velocidades: en formato time-lapse o en modo cámara lenta. Pero pasa.

La Juventud by @JgAmago en #ReInventarse

Este verano leía el «Homo Sapiens» de Harari, y reflexionaba sobre el concepto de «amortal» (que no inmortal) y me pregunto: ¿Realmente queremos llegar a vivir 120 años? ¿Qué nos regala la vida para experimentar/padecer tantas posibles impresiones? No lo se. Sentimientos encontrados ante esta posible realidad, ante esta singular ficción. Cine vs Vida. ¿Es esa la Juventud que nos espera?