La semana pasada fue nuestro cumpleaños. Y digo «nuestro» porque mi marido y yo cumplimos años el mismo día (con una pequeña diferencia de 3 años más yo). El volumen de felicitaciones, llamadas, mensajes, menciones en redes, etc., fue enorme. Muy agradecido. Pero a todas y todos les comentaba los mismo… ¡Es raro! Porque ya estamos más cerca del «0» que del «5» y la disociación entre la edad real y la edad física o mental es abismal.

Ya se que me tengo que sentir muy bien porque (eso dicen), no aparento la edad que tengo, pero se me hace raro, porque yo sigo mirando a las personas a punto de cumplir los 60 con las miradas de mi infancia hacia nuestros mayores.

Lo hablábamos anoche tomando un café tras la cena, en el lobby de un hotel de Madrid, que no somos -afortunadamente- nuestros mayores que, ajados por el trabajo, la postguerra y la crianza de los hijos, a sus 60 eran como los 80 de hoy en día.

Debería reconfortarme. Pero me sigue desubicando.

La única, inigualable e irrepetible actriz Meryl Streep dijo en una entrevista:

«Tengo una edad que la que ya dejé de estar pendiente de muchas cosas, no tengo porque aclararle a nadie lo que soy, lo que hago ni a dónde voy, en este momento de mi vida, tampoco me importa si me quieren o me odian. Vivo mi vida sin hacer daño a nadie y soy muy feliz».

Meryl Streep

Pues eso… ¡Felices «unos cuantos»!