Sin edad

Leía esta mañana en el blog de Guillem Recolons, un post muy interesante sobre el edadismo. El artículo en cuestión se titula «Cuando hay propósito, no hay edad» y os recomiendo su lectura, o bien escuchar el podcast. Y pensaba: ¡Qué lata lo de la fecha de caducidad! Si, porque vivimos en una sociedad que asume que la edad nos limita. Y no es verdad.

Guillem pone algunos ejemplos de personas que, «teniendo una edad», siguen activos/as haciendo escuela de su sabiduría, sus conocimientos, su bagaje personal y profesional. Y como éstas personas, decenas, cientos más. Sabemos la edad de un coche por su matrícula. La fecha de fabricación de un electrodoméstico, de una lata de conserva o de un producto, por su fecha de envasado. Tenemos claro que debemos darle salida a un comestible porque tiene una fecha de caducidad implícita en su envoltorio, no hablemos ya del producto fresco o congelado que aguanta, fuera de su espacio natural, lo que un pastel en la puerta de un colegio. Pero me parece injusto el edadismo, esta fiebre, esta etiqueta que las personas «adultas» llevan/llevamos en la frente, en la muñeca, en las arrugas, en los párpados o en la postura, tatuada sin tinta ni color.

Y lo gracioso es que, en muchas ocasiones, esta marca a fuego, nos la imponen las generaciones más jóvenes, esas que se frustran, lloran, se encierran o deprimen porque la foto de Instagram que han subido solo tiene 10 likes en lugar de 20. Algunos, insisto. No todas y todos.

Cualquiera puede ser «mayor» (que lo de viejo suena aún más peyorativo), y sentirse con ganas de hacer cosas y ponerse al mundo por montera. Es una cuestión de espíritu, de mente. De aprender y conocer.

Mientras sigamos aprendiendo, la mejor etiqueta que podemos llevar es esta:

«Nadie es tan viejo, como los que han sobrevivido al entusiasmo»

Henry David Thoreau

And Just Like That!

¡Uf, madre mía! Más de 3 semanas sin escribir. Trabajo, trabajo, trabajo… Pero ya estamos en la recta final de otro año «raruno» que ya se acaba. Un año marcado por las «olas«. Las de los tsunamis del COVID que ahora vuelve a lanzarnos su encrespada marea y a cebarse en contagios. Una ola que nos invita a quedarnos en nuestras casa; nos atemoriza en estos tiempos de encuentros; nos invita a desencontrarnos, a ser precavidos, y a no bajar la guardia. And Just Like That!

El viernes por fin pudimos empezar a ver el reebot de la icónica serie de HBO «Sex In The City», que ahora se titula «… And Just Like That!«, que se podría traducir como «Y así como así…». Las maravillosas y exquisitas temporadas de «Sexo en Nueva York» hablaban del despertar, de la vida, de los retos, de los sueños, del sexo, del crecimiento profesional y personal, de la madurez… Ahora la serie se centra en las pérdidas. En el que las cosas pasan. Llegan. Se materializan. Se van. ¡Ya tenemos una edad!

A pesar de las durísimas críticas que está teniendo la serie, tengo que decir que me ha gustado mucho el primer capítulo. Porque ahora, Carrie, Miranda y Charlotte son como son. Con sus arrugas, con su pelo canoso, con su kilitos de más… Por supuesto que mantienen el esplendor de una exquisita producción en la que ellas van siempre impecables, e imposibles de acceder -por parte de la mayoría de la humanidad- a esos outfits, pero es parte de la magia, de la ficción, de la fantasía, del sueño de la serie.

Navidad. Año Nuevo. Volver a empezar. Ya se que es muy deprimente el tener que estar pensando que la muerte nos ronda (y más a partir de estas edades, y con el puñetero COVID persiguiéndonos sin tregua), pero… ¿Estamos preparados para ese momento? ¿Estamos preparados para decir, «… and Just Like That!?»

¡Felices Fiestas y que el próximo 2022 venga cargado de todas esas cosas que al 2021 se le han olvidado! 🎄