Los Tres Mosqueteros

Llamadme raro…, pero esta mañana me he despertado preguntándome ¿Por qué el libro de Alejandro Dumas se titula «Los Tres Mosqueteros», cuando en el fondo son cuatro? Sus nombres eran d´Artagnan, Athos, Porthos y Aramis. CUATRO. Entonces… ¿Por qué tres? Si no has leído la novela, la explicación viene porque d´Artagnan quiere hacerse mosquetero y se encuentra con los otros tres que ya forman un equipo bajo el lema de «todos para uno, y uno para todos». Ellos son los verdaderos mosqueteros, la esencia y razón de la novela. D´Artagnan, antes de sumarse al grupo, se fue enfrentando a todos ellos y, como era tan diestro con el sable, pues deciden que se incorpore al equipo para luchar contra las injusticias del malvado Richelieu y seguir defendiendo a la reina Ana de Austria. La suma siempre es positiva.

Y esto me ha llevado, entre el zumo de naranja y el café con soja, a pensar que una cosa es el titulo del libro, y otra el contenido, el argumento de la obra. Y como aún seguimos con la resaca post-electoral madrileña, he conectado directamente con los programas electorales, con los mítines de campaña y sus inflamados titulares. Que por un lado va lo que prometen, y después lo que cumplen. Lo que dicen que van a hacer, y luego deshacen desdiciéndose sin recato ni vergüenza.

Quizás pienses que mis despertares son muy raros. Que el zumo de naranja enciende las sinapsis neuronales a mil por hora con conexiones muy bizarras. Y que, a su vez, el café multiplica exponencialmente esos despertares neuronales enlazando la crónica de un pasado con el futuro más inmediato. Y que los títulos de los libros, los titulares de una noticia, son la crónica de una muerte anunciada. Por que, si «La libertad consiste en llevar una pulsera que pone libertad», y yo no llevo pulseritas, ni con frases, ni sin ellas, entonces tendré que decir adiós a la Libertad.

Ajedrez

La reina ha jugado su partida. Ha lanzado su ofensiva protegida por sus torres y alfiles. Algun@s han caído. Otr@s siguen su estrategia. El tablero está carcomido por el tiempo. Enfermo y descolorido. El rey, abrumado por sus erróneos movimiento, comienza a enrocarse en el lado de su tablero. Ambos ponen las piezas a los pies de sus caballos. Y mientras tanto, los peones, caen como moscas abatidos por el cansancio, el enfado, la ignominia y el desdén. Son solo piezas de un juego en el que gana uno y pierden los demás.

Ajedrez post de @JgAmago en #ReinventarseBlog con imagen vía Unsplash.
Imagen de Ravi Kumar en Unsplash

Las casillas blancas son rojas. Las negras siguen manteniendo el color del luto. ¡Hoy han sido 135, ayer 117, mañana…! Da igual. El rey y la reina siguen su carrera hacia el jaque mate. Sólo importa eso. Ya lo dijo Bobby Fisher:

«El ajedrez es una guerra sobre un tablero. El objetivo es aplastar la mente del adversario».

Bobby Fischer

De Madriz Al Zielo

Madrid me da vida. Madrid me agota. Madrid me fascina. Madrid me desilusiona. Madrid me emociona. Madrid me hastía. Madrid me cabrea. Madrid me conmueve. Madrid me ilusiona. Madrid me da rabia. Madrid me esperanza. Madrid me desespera. Madrid es chula. Madrid es chulesca… Madriz, Madriz, Madriz…

De Madriz Al Zielo post de @jgamago en #ReInventarse
Imagen de Carlos Zurita en Unsplash

Por estas razones, y algunas más que se quedan en el tintero, Madrid me genera, en estos momentos, sentimientos encontrados. Aquí he nacido, aquí vivo, tengo mis raíces y a la mitad de mi familia, a la mayoría de mis amigos/as, mi trabajo, mis compañeros/as, mi hogar… Mi vida… Pero cuando ruge la furia de los colores, cuando se desata la falta de compenetración de un Madrid frente al otro Madrid, Madrid me mata.

Aquellos/as que ahora se sienten dolidos, humillados y denostados, tan sólo les pediría que esta ciudad ha sido, es y será un lugar en el que TOD@S nos hemos familiarizado, con aquello que cantaba Sabina: «Lo bueno es llegar con la boina y la maleta de cartón, y a los cinco minutos ser de Madrid». Sólo les pediría calma, empatía. Entonces, cuando todos volvamos a ser Madrid, podremos volver a entonar con orgullo, alguna de estas estrofas, de canciones que nos convierten en Madriz:

«Maldita ciudad, no es tu mejor momento, y aún estás hermosa.

He de confesarte que te eché de menos.

Agarro la guitarra y canto para ti.

Que bueno estar en casa.

Vuelvo a Madrid»

«Vuelvo a Madrid» de Ismael Serrano

O esta otra que dice:

«¿Cuántas veces he pensado ya en dejar este lugar hostil?

Pero como en los libros de mi infancia

siempre elijo la página que me devuelve al mismo lugar».

«El Cielo de Madrid» de Deluxe

La suma de…

Este fin de semana me ha tocado trabajar. Por eso escribo un lunes. ¡Y tan feliz! (de trabajar y escribir). Feliz por los resultados, por que la suma de muchos y muchas ha significado que otros muchos y muchas hayan disfrutado, participado y emocionado con y del baloncesto en silla de ruedas. Esfuerzo titánico el de un equipazo de lujo con el que estoy teniendo el honor de colaborar en los últimos dos años, para dos grandes eventos que me encantan y que suponen el encuentro con estos profesionales, y ya amig@s, de talla XXXL.

Risas, carreras, sudores, prisas, pausas, nervios, miradas cómplices, sin perder de vista «al presi»atentos, que está escribiendo en el chat del grupo!), palmeritas de hojaldre, acuerdos, ningún desacuerdo (¡qué lujo!), consenso, tod@s a una, pausas para ir al baño, ¡Qué chulas las sudaderas, quiero una!, ¡Salgo a fumar un momento!, ¡Nos abres los vestuarios!», ¡Cómo está el escolta, jajaja…! Y la maquina seguía su rumbo, tirando de muchos vagones, ajustada al milímetro, hasta que llegó a la estación final. ¡Y llegó en hora y con todos su pasajeros contentos!

Hoy es lunes. Quedan reflejos de agujetas y algunas ojeras del cansancio acumulado. Yo tan solo recuerdo con una sonrisa bobalicona lo vivido, y una frase de Michael Jordan que dice:

En un equipo el talento gana partidos, pero el equipo gana campeonatos.
Michael Jordan.

Gracias María, Bea, José Alberto, Miguel Ángel, Javi, Raúl, Alberto… Y sigamos sumando.

Sin Rumbo

Aún no recuperado del todo de un largo proceso gripal (que comenzó el 7 de enero, que aún sigue, pero por lo menos ya sin fiebre), ayer sábado nos animamos a dar una vuelta por Madrid y a cenar fuera. Camino del Barrio de Salamanca, en la línea 6 del metro, se subieron dos chicos de 19 años (los supimos por el transcurso de su conversación). Uno le contaba al otro, a grito pelado, cómo se había ligado a una chica de 18 años que le estaba dando clases particulares de química. ¡Era su versión de los hechos, si, me habría gustado conocer la versión de la chica, claro! 🤔

Pero lo que más me llamó la atención de esa conversación fueron dos cosas que se dijeron entre ellos: la primera que uno de los chicos conto que le pagaba a la chica 3 euros por hora y media de clase (ya empezamos con la explotación laboral que tanto se han encargado los empresarios en imponer a los trabajadores de este país). La otra fue que, cuando ya llevaban unas paradas recorridas, el otro chico le pregunta: –Por cierto, ¿dónde nos bajamos? Y éste le contesta: Sin rumbo. A la de tres nos bajamos en la estación que tú decidas, nos montamos en el siguiente tren del andén contrario, y así hasta que sea la hora.

Sin Rumbo, post de @JgAmago en #ReInventarse, foto de JC Gellidon vía Unsplash.
Imagen de JC Gellidon vía Unsplash

Están conectados a una realidad (a veces distorsionada y contaminada), a través de una pantalla, en la oscuridad de su habitación, o en el subuelo del mundo, sin disfrutar de las pequeñas-grandes-bellas-feas cosas que ofrece el exterior. Se alojan en su particular cocoon, construido en el cómodo nido de su proximidad más confortable, protegidos de la verdadera jungla en la que les está tocando vivir. Se aislan de su entorno, quizás por que no lo entiendan, o a lo mejor por que se están dando cuenta de que aquello que les hemos dejado en herencia sea un infierno al que mejor no bajar.

¿Sabiduría, pereza o torpeza? No se qué es… La verdad es que el metro, de por sí, ya es un auténtico infierno al que evitar día tras día.