Ayer vimos la maravillosa película de Netflix «The Two Popes«, una película dirigida por Fernando Meirelles con los magníficos Anthony Hopkins interpretando al cardenal Ratzinger aka Papa Benedicto XVI, y a Jonathan Pryce como el cardenal Bergoglio más conocido como el Papa Francisco I. Ambos de Oscar, si bien en mi opinión, el maestro Pryce se sale por haber aprendido a hablar en argentino, y sin acento extranjero, que parece que ha nacido en la mismísima Pampa… ¡Magistral!
No voy a desvelar nada de la trama, basada en un hecho real, pero si me llamó mucho la atención como se explica «la llamada» a Jorge Bergoglio. Cómo por un momento concreto, en un lugar determinado, a una hora específica, y encontrarse con una persona única (fuese o no «Él«), la vida te cambia, te da un vuelco, gira 180 grados para convulsionar toda tu existencia y comenzar a ser… ¡otro!

Yo he explicado alguna vez que nunca sentí esa «llamada» (estudié durante 7 años en un internado que nos preparaban para ser sacerdotes, pero no llegué a serlo -afortunadamente para la orden sacerdotal-), y jamás me arrepentiré de haber vivido aquella experiencia formativa y vivencial, libre y decidida por mí al cumplir los 10 años. Soy lo que soy, en parte gracias a lo vivido en el seminario menor de Las Rozas de Puerto Real de Madrid.
Pero sí que la mayoría de nosotr@s hemos experimentado esa «llamada» cuando se nos ha cruzado en nuestras vidas alguien que aún forma parte de nuestra existencia: amig@s, pareja, profesor@s, compañer@s…, y que dejan un poso indeleble en nuestro pasado, presente y seguro futuro existencial. La llamada es esa que no se trata de quién vino primero o de quién te conoce más tiempo. Se trata de quién llegó y nunca se fue…