Contrastes

Hace un año, más o menos, escribía un post sobre la diferencia de criterios entre el voto popular y el voto del jurado en el Eurovision Song Contest (Festival de Eurovisión). Y la ocasión, merece la réplica. Ayer volvimos a ver cómo poder y pueblo viven en dos mundos paralelos que confluyen, de vez en cuando, en una misma realidad.

Que en la primera semifinal, se clasificaran Moldavia y Serbia fue toda una sorpresa, frente a la gran decepción que supuso que la maravillosa canción de Netherlands se quedara en dique seco. Que en la segunda semifinal Albania, esos «Mocedades» modernos, pasaran a la final, nos dejó descolocados. Y que el gran Gustaph por Bélgica se clasificara, fue la mejor noticia de todas. La noche prometía sorpresas. Y así ha sido.

No hubo alteraciones para Suecia. Desde que se anunció que Loreen participaría en el Melodifestivalen de Suecia, crítica y público tuvieron claro que era la gran posible vencedora. Pero las encuestas situaban a otros países del Big Five muy arriba, como era el caso de España (¿De verdad? ¿Nadie más que yo, pensaba que íbamos a volver a ser un bluf?), Francia (mal perder, incluida peineta de La Zarra durante el voto), o UK. Cerrado el voto del Jurado, España estaba la 9ª, Francia la 16ª y Reino Unido la 22ª.

Pero llega el voto popular y vapulea el escenario: Francia se mantiene en la posición 16, España pasa a la 17 y Reino Unido a la 25. Alemania el último de la fila (una pena, porque la canción y la puesta en escena fue espectacular). Por contra, las personas que votamos a través de la app decidieron que la canción ganadora debía ser Kärïjä y su «Cha cha cha», algo que el público dejó muy claro al mundo cuando no dejaban de corear el estribillo durante todas las votaciones. Chequia (para mi, la mejor canción de esta edición), se colocó en el Top 10. Bélgica (¡¡maravilla de temazo!!) y que ni siquiera lo daban como clasificado, acabó el 7º. Noruega, que el voto del jurado la marginó, se posicionó en el Top 5. A pesar del primer puesto de Finlandia, Suecia mantuvo su liderazgo, con las votaciones que le situaron en el segundo lugar del ranking del televoto. ¡El pueblo ha hablado, una vez más!

Victor Hugo dijo:

«Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa»

Victor Hugo (1802-1885)

¿Es el momento de que Eurovisión cambie, su sistema de votaciones? ¿Qué le importa más, el poder, o su audiencia?

Mi razón, Su verdad

Vivimos tiempos en los que la polarización de las ideas se han convertido en el arma de destrucción masiva de esta sociedad, construidas bajo el paraguas del manual de instrucciones que imponen los partidos (que no las personas), que quieren gobernar o que se sientan en el poder. Todos a una. La dictadura del libro frente a la libertad de la persona. El pensamiento único dirigido, entra en conflicto con las ideas individuales. Si te desvías del argumentario, estás fuera. La disciplina frente a la conciencia.

Y en ese totum revolotum que configuran el ideario político de las ideas de la masa, impulsadas por la doctrina de los partidos, más el conflictuado posicionamiento de las argumentaciones individuales, se ganan y pierden elecciones. O mejor dicho, se ganan y pierden gobiernos.

Mi razón, Su verdad, post de @JgAmago en #ReInventarseBlog con imagen de @unsplash
Imagen de Element5 Digital vía Unsplash

Harari en su libro «21 Lecciones para el S.XXI», escribe:

«Sin embargo, para lo bueno y para lo malo, las elecciones, los referéndums no tratan de lo que pensamos. Tratan de lo que sentimos. Y cuando la cosa va de sentimientos… (…) Los sentimientos guían no solo a los votantes, sino también a los líderes… (…) Esta confianza en el corazón puede ser el Talón de Aquiles de la democracia liberal. Porque una vez que alguien (ya sea en Pekín o en San Francisco) disponga de la capacidad de la tecnología de acceder al corazón humano y manipularlo, la política democrática se transformará en un espectáculo de títeres nacional».

«21 Lecciones para el S. XXI». Ed. Debate. Páginas 66-67

— Yuval Noah Harari

Seguimos distraídos con la «Parodia Nacional», mientras los ciudadanos que no atendemos a los partidos, si no a las personas, y confiamos en la razón frente a la imposición, vivimos una auténtica tragedia nacional (y mundial).