Y así las cosas… ¡Pasaron! Antes de padre, fue hijo. Antes de tío, fue sobrino. Antes de abuelo, fue marido. Antes de juez, fue testigo.
Y mientras… ¡Pasan! Son estos momentos del año, en los que el calendario se empeña en poner fin a los 365 días; en los que consumimos los últimos espacios en esa libreta en la que hemos apuntado todas esas cosas que cada día nos piden que memoricemos, aun a expensas de que no las tachemos; en los que marcamos con cruces y con saña los números del calendario… En estos días -decía-, hacemos balance de lo malo, porque lo bueno se posiciona solo en nuestra memoria. Miramos fotos. Las redes sociales se empeñan en destacarnos nuestros «likes» más comentados…

Y entonces… ¡Pasarán! No escarmentamos. Llegará el 1 de enero y nos volveremos a meter en el absorvente torbellino de pasar páginas del diario, de tachar números en el calendario, de colgar fotos en nuestras comunidades online, de malgastar el tiempo con memeces, de olvidarnos de los amigos, de descuidar a nuestros seres queridos, de apagar la llama de nuestro cariño…
Y luego… ¡Pasó! Y ya no seremos ni tíos, ni sobrinos, ni padres, ni abuelos, ni nietos, ni amigos, ni hijos, ni jueces, ni testigos…