Vivimos tiempos complicados. Son momentos que, a la hora de tomar decisiones, se necesita una doble reflexión: ¿Es bueno para mí? ¿Es bueno para los otros? Al día antes de una consulta popular se le llama la «jornada de reflexión». Falta hace. Si bien una gran mayoría ya tiene decidido su voto (por convicción, por decisión, por empatía, por despecho o por interés), aún hay gente que se enfrenta a la urna como el síndrome del papel en blanco. ¿Qué hago? Ese momento es como situarse al borde de un precipicio acosado por un león hambriento. Angustia. Miedo. Indecisión. ¿Salto, me dejo comer, o me como a la fiera?

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Yo ya tengo los sobres preparados. Me llegaron por correo. Como muchos otros. Los abrí. Los leí. Decidí.
Steven Covey dijo: «No soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones». Confío en la sensatez humana para que nuestras decisiones faciliten una mirada al futuro sin momentos de miedo e involución.