En la vida deberíamos estar siempre emocionados. Por vivir, en primer lugar. Por disfrutar de las pequeñas cosas. Por permitirse un capricho. Por sorprenderse con algo nuevo. Por ilusionarse con alguien especial. Por despertarse junto a la persona que quieres. Por acostarse sól@, si el deseo es estarlo (que no sentirse sol@).

Es difícil no perder la perspectiva de la «emoción» cuando las cosas se tuercen. Incluso cuando las dificultades se prolongan en esto que llamamos «vida» (o supervivencia para los más pesimistas).
En esos momentos, me acuerdo de aquella canción de Serrat que decía: «Hoy puede ser un gran día…».