Este verano no va a ser igual. Como tampoco lo fue el final del invierno, o la primavera… ¡Ni lo será el otoño que viene! Ha sido, es y será un año raro en un mundo raro (como cantaba Chavela). Este es mi último post antes de iniciar unos días de descanso. No puedo decir que esté «cansado» como otros años, en los que el trabajo más los eventos me dejan agotado físicamente. No. Pero este año tod@s hemos sufrido y estamos arrastrando el agotamiento mental y anímico de la pandemia y el confinamiento. Y ahí lo vamos a llevar. Por que el que tengamos que bajar a la playa, ir al campo, o pasear por una ciudad buscando una sombra con la mascarilla, nos va a seguir recordando que no es normal. ¡Y afortunados por «poder», que otras familias o personas, ni pueden! Que esta «nueva normalidad» (a la que ya le dediqué un post), es una anomalía de la nueva realidad. Y que, o sabemos vivir con ella, o volveremos a las cavernas. Parece ser que hay gente egoísta que no lo entiende. Arderán en el infierno y nos llevarán con ellos.

Cambiaremos de escenario. Pero no de obra de teatro, ni de película o serie de televisión. Seguiremos viviendo nuestra realidad mientras seguimos siendo espectadores con horror, preocupación (y un rayo de esperanza), a que el virus no acabe con nosotros, sino nosotros con él. Volveremos a las calles. Si. Pero como el que vuelve a comer dulce tras la «operación bikini«: con gusto supremo, pero con una pizca de remordimiento.
¡Feliz Verano a tod@s! 😉