Si yo fuese ciudadano americano, habría votado a Obama. Era y es el futuro. Está claro. Como en su momento lo fue Zapatero, Segolene Royal (aunque ganó “petit Sarkozy»), Angela Merkel, etc. Pero ayer oía en el informativo que el movimiento de Obama a Londres para asistir al G20, esa reunión de políticos con nombre de bombardero, moviliza a 500 personas, solo 200 de seguridad personal y un cocinero. ¡¡Que despliegue y que despilfarro!! ¿Cómo se puede pedir austeridad, ahorro, ante semejante muestra de opulencia y grandiosidad?
Y entonces me vengo a nuestro terruño y veo los revuelos que los movimientos de los políticos, y sobre todo la Casa Real, organizan con los dichosos gabinetes de protocolo, comunicación, seguridad… Cientos de miles de euros para una hora. Al día. ¿Cuántos políticos tienen coches oficiales, escoltas, gabinetes de protocolo y jefes de comunicación? No creo que sumen tanto como personas con movilidad reducida que desean, necesitan, viven del transporte público para poder acudir a sus trabajos, a sus fiestas, a un cine, a tomar una copa, a ligar o a pasear por la ciudad o el campo. Son millones, frente a miles. Unos necesitan de los transportes públicos para vivir y relacionarse, otros viven del heraldo público para representar un estatus que no se quién les ha otorgado. ¡Ah si, el resto de los ciudadanos!
El problema de las ciudades, y del ámbito rural, es el de las barreras arquitectónicas Y naturales. Algunas, las naturales, son maravillosas, pero incómodas. Las otras, las arquitectónicas, son fruto de la irresponsabilidad, de la falta de planificación, de la falta de visión y de estudio, de la codicia y de la deshumanización en la que vivimos. Que un edificio sea inaccesible, es porque el arquitecto de turno no piensa en la dificultad ni en la diversidad. Los arquitectos estrellas mediáticas como Zaha Hadid, Norman Foster, Richard Rogers, Herzog & Meuron… diseñan desde el interior hacia el exterior; se plantean retos artísticos y estilísticos, y humanos: el edificio más alto, el más complicado, el más ecológico… Sobre accesibilidad: hombre hay de todo, pero en líneas generales crean bajo conceptos universales. Pero si hablamos de la funcionalidad de los edificios “de calle”, los arquitectos municipales, estatales, privados, crean bajo el prisma de su ahorro. Ellos saben que una escalera es más barata que una rampa, porque resta menos espacio al suelo común, y por eso, se olvidan de ellas. Luego vendrá el retoque, que eso también genera dinero…, y empleo.
Y sobre el transporte público, y privado por qué no, la realidad es tan amplia como la variedad de chocolates en el lineal de un hipermercado. Hay de todo. A mi me parece vergonzoso que el Metro de Madrid haga alarde en las pantallas interiores, de los grandes acuerdos con la personas con discapacidad, de la accesibilidad… Pues en la estación de Legazpi, por la que paso todos los días varias veces camino de casa o del trabajo, el ascensor de acceso a la calle desde el vestíbulo está “fuera de servicio” cinco de los siete días de la semana. Yo no conozco a ningún compañero o amigo que vaya en silla de ruedas que se atreva, cual «Indiana Jones en el Metro Maldito”, a viajar en el suburbano. Ninguno. Y los autobuses: otra feria. Los que no tienen rampa, los que no saben activar la rampa, los que ya van completos con sillas de bebé, los que van “petaos” y no admiten más viajeros… Yo sé de personas que invierten hasta noventa minutos en un desplazamiento de veinticinco. ¡¡Y los días de lluvia, nieve o intenso frío, ya son otra película de terror!! No miremos a las grandes empresas del transporte privado por carretera: autobuses sin plataforma que condenan a las personas con movilidad reducida a buscar alternativas. Menos mal que RENFE (especialmente el AVE) se está aplicando el cuento y habilitan plazas y plataformas para que todas y todos podamos disfrutar de esa maravilla sobre raíles. Y el avión… pues una de cal y otra de arena. Hay compañías que prohíben el acceso porque no va el acompañante, y hay otras que facilitan todas sus estructuras para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad.
Y yo, inocente y cándido pensador, me pregunto ¿es que todos estos empresarios, políticos, arquitectos…, no piensan en números? Porque accesibilidad implica potenciar hacia todos la facilidad de comprar, de consumir, de viajar, de moverse, de enriquecer… Si el cine español se programara con subtítulos, las personas sordas o con deficiencia auditiva irían al cine; si las discotecas fuesen accesibles, los chicos y chicas que van en silla acudirían a relacionarse o a divertirse; si los transporte fuesen completamente accesibles, pues la gente no cogería el coche para moverse por la ciudad; si lo hoteles fueran accesibles, los casi cuatro millones de personas con discapacidad quizás optarían en igualdad de condiciones para disfrutar de unas vacaciones; si las bibliotecas fuesen accesibles, las universidades, la administración pública…, si la vida fuese mas fácil para todas y para todos, todos tendríamos más posibilidades de alcanzar el trato igualitario que deseamos. Pero mientras tanto los políticos que mandan siguen encerrados en sus bunkers inaccesibles, planeando la siguiente campaña y la siguiente foto. Y nosotros, aplaudiendo. Mundo raro. Y yo me pregunto: ¿para cuándo una manifestación en Madrid con millones de personas con discapacidad quejándonos de este trato de ciudadanos de tercera? Si los del aborto berrean… ¿por qué nosotros no?