Vivimos en la sociedad más conectada e informada de todos los tiempos y, a pesar de todo, somos incapaces de «conectar» con la situación de los más desfavorecidos. Nos hemos vuelto tan «inhumanos» que miramos para otro lado cuando no queremos ver una realidad que no nos gusta. Aunque en esa realidad estén nuestros familiares más queridos.
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