Como en una copla…


El otro día me mandaron un cuestionario para realizarme una entrevista para una publicación de un colectivo de personas con discapacidad intelectual. Las preguntas versaban sobre sexualidad, homosexualidad y discapacidades, algo en lo que me estoy especializando desde hace varios años tras la exitosa publicación de «Re Inventarse, la Doble Exclusión» y «El Sexo de los Ángeles».
Una de las preguntas decía: ¿Cómo se puede asesorar a los padres para abordar la homosexualidad de un hijo con discapacidad intelectual? Escuétamente les respondí:

Desde el principio de la normalidad. Con mucho tacto y con mucha delicadeza. Ten en cuenta, que es probable que los chicos y chicas no identifiquen que son formas de amar o de relacionarse diferentes. Que lo que para ellos quiere que sea algo normal, para el resto de la sociedad aún puede ser un tabú. Los padres deben afrontar una realidad, la de creerse que la opción sexual de sus hijos es la mejor que podían tener. Y no un castigo como muchos otros creen. Deben sentarse con ellos, hablar, facilitarles métodos de prevención, acercarse a centros y asociaciones LGTB para que vean y conozcan a personas gays o lesbianas con o sin discapacidad. E incluso los padres deben acudir a las Asociaciones de Padres para gays, lesbiana y transexuales que hay en las ciudades porque los primeros que tienen que quitarse el estigma son ellos.

Que la educación es un pilar básico para la formación integral de los niños y adolescentes, no creo que sea nada nuevo, a pesar de que hay algunos padres y madres que -bien por falta de tiempo, o por falta de ganas- se escudan en la televisión o en internet para alquilar a precio de tarifa plana la niñera más barata y perversa que existe: la pantalla catódica. Y hablando de sexualidad, los padres siguen sin sentarse decididamente a hablar con propiedad, sin miedos y sin tapujos, para evitar males mayores. Es curioso porque ellos (las hijas y los hijos) se piensan que lo saben todo y tras la primera relación sexual… ¡zas, barriga al canto! o ¡Boom, infección entre las piernas o en la sangre -que es la peor-! Y si encima, agravamos esta desinformación al miedo de la latente sexualidad en chicas y chicos con discapacidad… la palabra se esconde en la boca y se cierra con mil candados.

Sé que es dificil afrontar la sexualidad ante una doble diversidad. Dificil y complicada porque hay que utilizar recursos extras para desarrollar un sexto sentido que active la pedagogía del sexo… y encima que no cause ni rubor ni trauma al oyente.

Ejerzamos nuestra labor de padres para enseñar, desde la propia ignorancia, que la vida es demasiado válida como para perderse en los vericuetos de la falta de información. Es el momento de que las propias madres y padres pierdan el miedo a facilitar a los hijos la necesidad de una educación sexual sana, correcta, directa y frontal y que se pierda ese miedo aterido a que el niño o la niña “sea diferente”. ¡¡Pero si ya lo somos!! Y esa es la riqueza de nuestra condición.

No existe mejor sexo que el sexo limpio, y eso es cosa de dos, pero nunca es cosa de un tercero que, por miedo, desconocimiento o protección, no permita despertar al placer del sexo y, por ende, al placer de sentirse vivo. En definitiva, creo que todo puede resumirse, en lo que escribió Miguel de Molina en una copla:

«… lo nuestro tiene que ser
aunque, entre uno y el otro,
levanten una pared…»

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