Ha sido una semana terrible. De las que hacía tiempo que no recordaba. A las complicaciones del día a día en el ámbito laboral, se han sumado incidentes en el plano casero, o sea, en mi casa, y ante tanto agobio, estos días de relax del puente de la Inmaculada, están viniendo muy bien para prepararme para la carrera final de las puñeteras Navidades.
En el trabajo hay mucha presión, mucho movimiento de cadera para esquivar por donde vienen los golpes, las puñaladas… y para más INRI el domingo se inundó mi casa por culpa de la irresponsabilidad de unos obreros que están arreglando la azotea del bloque en el que vivo (yo vivo en el ático), y el viernes se dejaron sin cubrir unas ñapas que fueron el canal idóneo para que las lluvias del sábado noche y domingo discurrieran cual prado sin barreras, por todo el techo y paredes de mi humilde morada. Gritos, broncas, movidas, albañiles, peritos del seguro… Se montó un gabinete de crisis tan ineficaz que aún hoy sigo cruzando los dedos para que no caiga una tromba de agua y arrase con el resto de la casa. Y la verdad es que es entonces cuando te das cuenta de que el cuerpo aguanta y aguanta hasta que la válvula de escape se satura, comienza a pitar ensordecedoramente y explota sin avisar. Y explotó.
Ante ese panorama, decidí hacer caso a Albert Einstein: “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento” y me devoré en una sola tarde el último libro de Alex Rovira, (que me había dejado mi compañera Marta), “La Buena Crisis” para ver si de verdad existe la posibilidad de afrontar semejante crisis de inteligencia y negligencia con humor y convertirla en buena. El libro es una maravilla, es un tratado de coherencia, de lucidez, de ejemplaridad, de superación, de crítica ante un sistema desmoronado, de buenos consejos… Su lectura se convirtió en un bálsamo que me hizo olvidar durante las cuatro horas que duró el gozo de su lectura, de todas las movidas que tenía sobre mi espalda.
Pero no contento con ese placer de leer un buen libro, el pasado miércoles Alex Rovira acudió al Salón de Actos de la Fundación ONCE (también maravillosamente recomendado y gestionado por mi compañera Marta) a dar una conferencia. Más del 80% de los asistentes no sabían quien era, fijo, pero poco a poco fue enganchando, enamorando, encandilando con su humor, su ironía, su rabia, su crítica, su exposición a las más de 180 almas que allí estábamos y al final, no recuerdo un auditorio tan entregado, tan sorprendido, tan maravillado como aquel que irrumpió en un aplauso que –creo- hizo hasta sonrojar al propio Rovira porque nos había dado una lección de humanidad, de coherencia, de sabiduría, de ejemplaridad. ¡¡Otro subidón para superar esa crisis!!
Entre decenas de genialidades, Alex Rovira te suelta frases como: “Si constatas que estás en crisis, es que aún estás vivo. Celébralo” y te das cuenta que, ante el pesismismo que apesadumbra nuestra existencia, otras sogas peores rodearán nuestro cuello y que lo importante es que hay que seguir adelante con pensamiento positivo, transmitiendo energía positiva para ver si a esa parte negativa de nuestra sociedad deja de emitir las malas frecuencias que rodean nuestro ámbito de actuación.
Pero de todas las fantásticas verdades, sugerencias, ideas, recomendaciones, parábolas que Rovira apunta en su libro, yo me quedo con esta: “Hay cuatro cosas que no podemos recuperar mas: una piedra después de haberla tirado; una palabra después de haberla dicho; una ocasión después de haberla perdido; el tiempo cuando ya ha pasado”.
Dejemos de lanzar mierda hacia otros tejados porque al final, la piedra se arroja sobre el tuyo; cuidemos las palabras porque a veces hacen más daño que una puñalada en el corazón; aprovechemos el día a día y convirtamos la crisis en oportunidades; disfrutemos del tiempo que estemos y no añoremos aquello que no hicimos y que ahora podemos hacer. ¡¡Carpe Diem!!
He de admitir que Rovira es bueno, muy bueno, aunque no puedo negar que vista una ponencia suya, vistas todas. Es el problema de los gurús. Decía -creo- Kotler algo así como que «se usa la palabra 'gurú', porque charlatán tiene difícil ortografía». ;D
Buen domingo!
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