¡Cómo pasa el tiempo! Se escapa entre los dedos como la fina arena de las playas de Gran Canaria (¡cuánto he echado en falta este año la escapada pre-navideña!)
Si nos damos cuenta, hace nada estábamos comprando la cena para la Nochevieja del 2008, preparando los reyes para los sobrinos, para la familia, mirando el restaurante para organizar nuestro cumpleaños (mi pareja y yo cumplimos años el mismo día), buscando el avión y el hotel para la Semana Santa, cuadrando los días de vacaciones de verano con mis compañeros de trabajo, aterrizando en Madrid tras una vacaciones estupendas –como siempre- en EEUU junto a Laura, Enrique y Hannah. Hace un suspiro que comenzamos a cambiar la ropa del armario: la manga corta por los abrigos y los guantes. Parece que fue ayer cuando, de repente, volvía a planificar los aviones, los trenes para ir a Barcelona a pasar Navidad y San Esteban. Y hoy, recién llegado, ya estamos postulando los propósitos para un nuevo año que comienza. Quedan pocas horas.
El tiempo no da respiro al día a día. No te permite disfrutar, degustar, paladear los buenos momentos porque pasan tan veloces…, sin embargo hay veces que el maldito tiempo se regodea con tu suerte y se ensaña en alargar el día de un mal momento, de una situación jodida, de una mala noticia que ha acontecido a los que quieres.
Ya está. Ya quedan escasas horas para que esos relojes universales comiencen su cuenta atrás y olvidar un año raro, extraño. Un año en el que la crisis económica ha azotado con vehemencia a mucha familias (también la mía) pero que ha significado asentar las bases de ese futuro próximo que es el 2010. Tengo bastante claro lo que no quiero que se repita y el proyecto vital y profesional de lo que quiero que ocurra. Claro que el destino, ese futuro incierto que espero sea una travesía de miel y hojuelas, puede que dinamite los castillos que ahora quiero levantar. También los puede convertir en palacios, eso ya se verá.
Pero siempre construyendo sueños para que sean realidades muy próximas, porque cada vez tengo más claro que hay que vivir el momento, agarrar esa máxima del “carpe diem” y disfrutar con una visión no más allá de ese mañana que, tan caprichoso como el tiempo, puede llegar raudo y veloz u olvidarse en el desván de los sueños para apolillarse en el rincón de un presente que no tendrá un futuro que cumplir.
A todos esto lectores que seguís las diatribas de este humilde tronero, gracias por esta ahí, por leer este sencillo muro de mis lamentaciones, de mis logros, de mis inquietudes, de mis sueños y proyectos. Gracias por seguir fieles, espero, un año más. Y confío que vuestros sueños de futuro estén en el mismo objetivo de esta máxima de Víctor Hugo: «El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad».