¡Apagado!


Los veranos ya no son como los de antes. Hace años las grandes ciudades se quedaban como… ¡apagadas!, sin actividad, muertas… Hoy diríamos “fuera de cobertura”…, out. Y ya no es porque la crisis haya vaciado los bolsillos de muchas y muchos españoles que no pueden disfrutar de unos días de asueto fuera de sus habituales espacios de convivencia, sino porque cada vez somos más y la ciudad sigue demandando un ritmo vertiginoso.

Ayer me adentré en Chueca (tras casi un mes de no ir por allí) y el flujo humano era incesante. Es más, descubrí unas cuantas tiendas nuevas, que están dando más vida y protagonismo a la calle Hortaleza. No paramos.

No voy a ir yo de abuelo batallitas, pero recuerdo perfectamente cuando Madrid, en verano, era como en Semana Santa: silencio, paz, espacios para aparcar (en agosto siempre hay más, sí, pero no tantos como antes), cierres de bares, tiendas, comercios chapados, carteles por todos los lados de “Cerrado por vacaciones”… Las teles volvían reponer los programas de antes, refritos o series espantosas (¡ves, en eso no ha cambiado nada, la tele sigue siendo una mierda!). Los teléfonos no sonaban, podías ir al cine sin el agobio de si te quedarías sin entradas… Realmente la ciudad era un espacio fantasma, vacío. Un agujero negro que se había tragado toda la terrible pesadilla que en septiembre volveríamos a soñar y padecer.

Ahora el ritmo baja, si, pero de 150 a 120 bpm. Ahora, por ejemplo, tengo que andar un poco más cuando quiero comprar el periódico los domingos. Hace algunos años, tendría que coger hasta el bus para encontrar un kiosco abierto.

Pero lo que no duerme es la cultura. Esa está más que despierta. Y a algunos no nos deja dormir.

Yo no sé porque tiene esa manía Gallardón de no “sacar” fuera de la almendra principal de la ciudad, y trasladar a parques como el de El Campo de las Naciones u otros, los conciertos y el cine de verano… Por ejemplo, estoy de los conciertos del parque Tierno Galván hasta «allí». ¡Joder, que los pongan antes y que acaben antes! Yo no tengo la culpa de que me levante a las seis de la madrugada y que me guste acostarme a eso de las 23 horas… ¡o antes si me da la gana, que estoy en mi derecho! Porque claro, si cierras las ventanas, te mueres de calor y tienes que poner el aire (y llevamos un verano en el que no está haciendo falta porque por las noches refresca y se puede dormir y ver la tele con las ventanas abiertas) pero no, como todo está permitido en beneficio del “votante” pues que se jodan 8000 cuando se divierten 2500. Igual en Sabatini, o en El Calero, o en la Puerta del Angel. Sinceramente, esto es como llevar a un niño al Museo del Prado sin prepararte bien pedagógicamente la visita antes: matarle para siempre el gusanillo de los museos porque piensa que todos serán igual. Es decir, que cada verano, volverán los sonidos atronadores a llamar a mis ventanas y yo me acordaré de la cultura popular y del cine doblado para grandes masas. Y tengo mi derecho al pataleo como ellos patalean cuando les aprueban leyes que no les gustan.

Me hago mayor, lo sé. Pero creo que Madrid es la ciudad más ruidosa que conozco. Cada vez es más estruendosa, incívica, agotadora y ensordecedora. No, si al final va a ser verdad eso de MADRID ME MATA.

Buenas vacaciones.

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