Navegábamos en la ola de los extremos: del yonqui de Vallecas al pijo new romantic de Salesas. Pachá, Joy Slava, Voltereta, Rockola… Todo hacía historia.
Una realidad incómoda
¡Bravo por Telmo Irureta! No sólo por su #PremioGoya al mejor actor revelación por la película «La Consagración de la Primavera», si no también por sus acertadas y valientes palabras:
«Gracias a David, que es mi personaje, porque es un guiño al derecho a la sexualidad de las personas con discapacidad. Nosotros también existimos y nosotros también follamos,»
Telmo Irureta, Actor (vía Revista Fotogramas)
Somos muchos los que llevamos años, décadas aprovechando cualquier espacio público o privado para reconocer y posicionar el derecho de cualquier persona por expresar, manifestar, llevar a cabo, su sexualidad. ¡Claro que las personas con discapacidad también tienen deseos, necesidades y derechos en el ámbito de la sexualidad! No somos seres asexuados. ¡A la mierda lo del «sexo de los ángeles»! Eso es producto de una pésima formación e información sobre la realidad de las personas con discapacidad. Fuimos, aún somos para muchos y muchas, disminuidos (la Constitución aún lo dice), minusválidos, impedidos, subnormales, inválidos, incapacitados… ¿Cómo van a pensar que, todo con lo que somos y/o tenemos, además vamos a querer cumplir nuestras necesidades y deseos sexuales?
«Brindemos por un cine más inclusivo y con cuerpos de todo tipo.»
Telmo Irureta, Actor (vía Revista Fotogramas)
Brindemos. Si. El cine (las series, la televisión), son una bandera de la diversidad, de la tolerancia, de la inclusión, de la pluralidad, de la equidad… Ahora Telmo, que es noticia por un premio, pero también por romper las barreras de lo políticamente correcto y visible, recorrerá las televisiones, radios y programas de todo el panorama nacional (o casi todo), como altavoz de un derecho fundamental: amar, ser amado, y fo**r… ¡Por que yo/tu/él lo valgo, lo vales!
Enlace a la fuente: Revista Fotogramas
El 49
¡Que nos cueste tanto sentarnos a dialogar sobre algo tan fundamental como son las PALABRAS y su significado, pone de manifiesto que lo que faltan son intenciones! Llevamos años reclamando que se modifique el artículo 49 de la Constitución Española (si, la del 78, porque no hay otra), ante el desagravio, la tropelía, la injusticia y el incomodo de ver, sobre una «carta magna» la palabra «disminuidos» referida a las personas con discapacidad. Ahora, el Gobierno, ha aprobado la propuesta de reforma. Pero hay algunos que aún se lo están pensando.
El Artículo quedaría redactado así:
Redacción Artículo 49 Constitución Española
- Las personas con discapacidad son titulares de los derechos y deberes previstos en este Título en condiciones de libertad e igualdad real y efectiva, sin que pueda producirse discriminación.
- Los poderes públicos realizarán las políticas necesarias para garantizar la plena autonomía personal e inclusión social de las personas con discapacidad. Estas políticas respetarán su libertad de elección y preferencias, y serán adoptadas con la participación de las organizaciones representativas de personas con discapacidad en los términos que establezcan las leyes. Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y niñas con discapacidad.
- Se regulará la especial protección de las personas con discapacidad para el pleno ejercicio de sus derechos y deberes.
- Las personas con discapacidad gozan de la protección prevista en los tratados internacionales ratificados por España que velan por sus derechos.»
Se les llena la boca hablando del «interés general», pero a algunos/as se les olvida que lo público es de todos, y lo único por lo que gobiernan, o quieren gobernar, es para lo/s suyo/s. Pues también la sociedad tiene el derecho a reclamar lo que a ella le pertenece: su dignidad.
Leo una de esas frases «inspiracionales» que pueblan Google y las redes sociales, que dice: «Las batallas diarias son las lecciones a corto plazo para lograr el éxito a largo plazo». Hoy, igual que ayer, o mañana, y siempre, las personas con discapacidad habremos ganado otra batalla: la de las palabras. Dejaremos que la de los gritos, siga en su medallero particular.
La Cuesta
Anoche comentábamos que apenas hay rastro de la «cuesta de enero». Antes, y hasta no hace mucho, era empezar las rebajas y ya se hablaba en todos los medios de la temida «cuesta de enero», esa pendiente que a todos los ciudadanos se nos hacía más inclinada aún, tras los excesos navideños, y que viene acompañada de frío, inclemencias e incertidumbres. ¡No te digo ya cuando febrero asomaba! El parón era notorio.
Pero ahora, parece ser que no. Los locales, las terrazas, los restaurantes, los bares están «al máximo». El movimiento post pandemia ha activado la necesidad de vivir la calle, de salir, de explorar, de disfrutar. Eso es bueno, claro. Los negocios que peor lo pasaron en los meses del confinamiento y posteriores, necesitaban esa inyección de confianza, respaldo y apoyo.
Y en parte, comentábamos anoche, que quizás esto se deba hay que ya no hay etapas tan marcadas como antes. La primavera se funde con el invierno, que a su vez sueña con el verano. La Semana Santa se confunde con mayo. El verano huele a turrón y lotería de Navidad. La Navidad sueña con los días más largos de marzo… El tiempo pasa tan rápido, que cuando te das cuenta es jueves… ¡Y de repente, es domingo por la tarde y ya estás preparando el «tuper» de comida y la ropa del lunes! El tiempo, no nos deja disfrutar de las cosas que requieren un tiempo.
Qué gran verdad quien dijo:
«Disfruta de tu tiempo porque el tiempo no vuelve, lo que vuelve es el arrepentimiento de haber perdido el tiempo»
Anónimo
Mayores
Todos sufrimos la misma enfermedad: la de hacernos mayores. A unos les afecta menos. A otros, más. Tomando como analogía la última «enfermedad» mundial, el COVID, podemos decir que hacerse mayor para algunos, es asintomática. Otros/as, tienen leves indicios de malestar. Unos/as han pasado días y días enfermos en cama con síntomas. Por desgracia, otros/as muchos/as, no pudieron superarla y nos dejaron. Hacerse mayor es una faena.
Pero no por el mero hecho de cumplir años, no. Al contrario. Eso significa que estamos, que seguimos y que lo contamos. Si no por los daños colaterales que el cumplir años acarrea.
También es cierto que la actitud dice mucho. Hay gente para que los 50 son los nuevos 30, y los 60 una nueva juventud (sin tener que trabajar, sin cargas, con la casa pagada, con salud…). Para otras y otros, cada año es una bala menos en su revolver de vida. Y ahí es donde, cumplir años, es una m*****. Pero hay que luchar.
Miguel de Cervantes dijo:
«Porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más»
Miguel de Cervantes
Así que hagámonos mayores con elegancia. Cubramos nuestras cabezas con canas de plata y oro. Y si no te queda pelo, que tu calva reluzca como una bombilla LED. Llevemos las alforjas repletas de ilusión y ganas de hacer. Y si la salud nos pone piedras en el camino, siempre nos quedará comprarnos unos buenos zapatos que las sorteen.
Programad@s
Vivimos sometidos a una constante programación. Desde que amanece el día, hasta que depositamos nuestro cuerpo, en la noche, en el sofá o en la cama, la jornada se diseña como si fueres una grilla de programación. Programamos el despertador para levantarnos, el microondas para calentar el café (o la inducción si eres de hacerte el café fresco cada mañana), el horario de coger el transporte público o el coche (para evitar atascos). Programamos la emisora, el podcast o la playlist que deseamos escuchar. Nos programan el fichaje en las empresas. La agenda del día. Las reuniones. Los Teams, Zoom, Meets o las presenciales. Tenemos un turno de comida programado (y ¡Ay como te salgas de él! El office está completo). Las pausas para un cigarro. O del segundo, tercer o cuarto café. Programamos las citas del médico, el gimnasio, la piscina… Buscamos un hueco para programar el paso por el super -camino de casa-. Programamos con mucho tiempo los viajes, las vacaciones, los hoteles, los vuelos, los trenes… Buscamos en el maremágnum de la agenda, huecos para programar una cena con la pandilla, o una excursión al campo. Todo, o casi todo, tiene una fecha, una hora de comienzo, y de expiración.
Lo espontáneo, casi se penaliza. Somos pasto del código que otros manejan. Nos programan las noticias, los mensajes, los libros que queremos leer, las películas que podemos ver… El algoritmo nos maneja como títeres sin alma. Y, muy a pesar nuestro, nos sentimos cómodos en este diseño de las cosas. Nuestro orden depende del orden de otros, incluso del orden mundial.
El informático y maestro de la computación, Alan Perlis dijo que:
«Un lenguaje de programación es de bajo nivel, cuando requiere que prestes atención a los irrelevante»
Alan Perlis (1992-1990)
Está claro, que los diseñadores de nuestras experiencias programadas, fueron de aprobado raso.