CON LA LEY A CUESTAS


Leo en una noticia publicada por el diario “El Norte de Castilla”, el día 19/01/2009,la siguiente historia:

La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha desestimado el recurso de suplicación interpuesto por Wilson Melitón Reyes Navarrete, contra una sentencia del Juzgado de lo Social número 2 de Palencia que desestimó a su vez su reclamación de una pensión de viudedad después de la muerte de José Antonio de Castro Losada, su compañero sentimental en la prisión de La Moraleja, antes de formalizar la boda. Según la demanda inicial de Wilson Reyes, de nacionalidad ecuatoriana, la pareja se consolidó cuando ambos hombres cumplían condena en la prisión, en la que compartían celda. Para formalizar la relación, efectuaron ante el Ayuntamiento de Dueñas la inscripción en el Registro de Uniones de Hecho, certificado acreditado el 13 de febrero del 2003. Pasado el tiempo, el Juzgado de Paz de Dueñas resolvió la autorización de matrimonio civil, que se debería haber celebrado el 21 de febrero del 2006 en la propia cárcel, fecha que, según el demandante, fue retrasada al 20 de mayo «por motivos de agenda de trabajo del órgano judicial». Pero el enlace no llegó a celebrarse porque José Antonio de Castro Losada, que había sido ya excarcelado, falleció de forma súbita el 26 de abril en el Hospital General Río Carrión al sufrir un triple infarto de miocardio.

Y yo me pregunto: ¿dónde está el error? ¿En que dos hombres se enamoren? No. ¿En la justicia? Si. Pero claro, luego estos señores, a los que les estamos viendo de qué pie cojean con casos como los de la niña Mari Luz, y que pecan de un exacerbado corporativismo cuando les tocas sus beneplácitos, se saltan por peteneras las normas básicas de la convivencia… y de sus propias leyes. Las que ellos tienen que aplicar, no las que ellos han dictado.

Nuestros mayores gais, lesbianas y transexuales, han sufrido tanto, han padecido tanto, que es injusto el trato que se les está dispensando cuando alguna de sus parejas abandona esta tierra que, para muchos de ellos, no ha sido un camino de rosas como para el resto de los más jóvenes que hemos crecido, con el camino libre de piedras, rejas y alambres de espinas. Ahora que tienen la sensación de vivir en la libertad por la que muchos de ellos se dejaron los lomos, los dientes y –algunos- la vida, ahora, los jueces castigan con impunidad los últimos derechos, los últimos deseos de sus parejas. No es justo que la “justa” ley se aplique sin el matiz de la memoria histórica. Seguimos siendo ciudadanos de segunda división.

Y además con el agravante de que estas dos personas se han enamorado privados de la liberta total: en la cárcel. Seguro que habrán redimido sus penas entre las cuatro paredes de sus celdas, pero también han encontrado el amor (no sin haber padecido humillaciones y vejaciones por otros presos), y ahora, cuando exigen, cuando reclama que la ley cumpla con los deseos de su amado, cuando pide que la ley siga el mismo camino que tomó con ellos cuando fueron condenados a la cárcel, es decir, aplicando “la ley”, jugamos a escurrir las responsabilidades y nos escondemos en la homofobia de la ley del más fuerte: el que tiene el poder de impartir la ley desde la libertad. Como ha sido el caso, durante miles de años del poder del machismo y su afligimiento a los gais, lesbianas y transexuales por sentirse más débiles, más desprotegidos por la sociedad y por sus leyes.

No creo que haya un Dios (viva la publicidad de los autobuses), pero si creo que “a todo cerdo le llega su sanbenito” y muchos de estos jueces homófonos y retrógrados habría que pasearles con la saya con la cruz roja para que todo el mundo supiera que ellos sí que actúan en contra de la dichosa ley. La Ley natural del amor.

Un comentario en “CON LA LEY A CUESTAS

  1. Como nos hace falta un Harvey Milk a estas alturas del campeonato. A veces creemos que ya tenemos todo el camino recorrido y el juego ganado, pero vemos un poco más allá de los pomposos orgullos gays y sus «fiesshtas» y nos damos cuenta que seguimos bajo el estigma. Saludos

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